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martes, 30 de junio de 2020

Tres, tres.


A los artistas que se llevó la pandemia

El vagón se acercó y la curva enorme de poetas, artistas y amigos que emprendieron el viaje, alborozan sonrisas, gritos, euforia levantada por el ánimo de la concurrencia.

Era un viaje especial del último rincón de la patria a la risueña ciudad de la cerveza, la vid y el buen pan.

Todos gritaban, vociferaban y como si fuese la celebración de una victoria surgían mil historias en las diversas formas: poemas, odas, relatos, escenografías, paisajes quijotescos, por la disertación de la fábula, las historias sin fin del celebérrimo.

“—Tres, tres”, al unísono y él reía.

“—Eres como el Cristo!

“—¡Sí, pero no me crucifiquen cabrones y cabroncitas! ¡Jajajaja!”

El viaje se acortaba en el tiempo, apenas iniciaba la primavera del 2020. Fría como nunca. Triste.

En el mundo las alarmas crecían y la indiferencia y el desengaño las diluían.

“—Herbert”, gritaba el uno.

“—Memo”, el otro.

“—Gus, canta Sufrir”.

“—Jejeje, no, ya no más.

“—Entonces: Por ti”

“— Esa es de Chávez”.

“—¿Oda al hombre sencillo”, es tu canto Hébert?

La colina se inclina ante el peso del convoy como si fuese un vaivén perseguido por la lejanía.

Surgen caminos sinuosos entre grandes rocas, cielos y precipicios y el ruido displicente de carriles de acero y durmientes satisfechos atesoran las andanzas de viejos usos por la vía serpentaria.

La noche se aproxima; las luces interiores oscurecen el sendero. Otean las entrañas el mañana incierto.

Las sonrisas se diluyen y los rostros se inclinan ante sus legados. La respiración se agita, se comparte, se adormece.

Los Haikus de Ana Karina, sangran...

La alegría fue ayer.

La tristeza es hoy.



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