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martes, 30 de junio de 2020

Oda a Soledario


 

Escribo y rezo mi libro Soledario

 consignando siempre las historias

que me afectan o emocionan.

 

Los vecinos enfermos que se han ido,

la familia afectada por la contingencia,

las tristezas de dolientes;

el paso fúnebre por la calle.

 

¡La muerte acecha la puerta de la entrada!,

¡esperando visitas que me han de contagiar!

 

Las flores marchitas antes rozagantes

buscando las abejas que la han de polinizar;

sin embargo, la ausencia de la calle

se las lleva lejos con su polen deseado

que nunca llegará.

 

¡La muerte acecha en cada respiro en la ventana!,

¡esperando que el viento me ha de contagiar!

 

Le escribo a la alegría

que no encuentro en ningún lado

al cielo claro y azul ya oscurecido,

noches sin lunas y sin estrellas.

Noche de cuervos vigilantes

ocultos al paso del cometa predictor.

 

¡La muerte acecha en cada ave y su graznido!,

¡esperando que su aliento me ha de contagiar!

 

 Reviso el libro buscando correcciones

Rasgos tristes que quiero modificar

Mis frases toman formas impensables,

dolor de ausencias y congojas

que obnubilan la mente

y guían la pluma

a escribir mi Soledario.

 

¡La muerte acecha a cada verso y expresión fallida!,

¡esperando la tristeza que me ha de contagiar!

 

Es acaso este libro solitario,

cincelado en cada signo y dolor

el último suspiro, lapidario,

la esquela signada del adiós,

¿el texto de mi Obituario?

 


Cansan los días

Cansan los días y las horas

la misma rutina del hastío

y los meses y semanas

van tras los años del calendario.

 

Miran el cenit sin entrañas

y la tarde extraña sin fortuna

Te niegan dormir la siesta

en la brecha desierta hacia el ocaso.

 

El tal vez y nunca más

canto de lechuza no anuncia nada

su raudo vuelo —rapaz—,

sombras en la tenue llamarada.

 

Cansan los sueños repetidos

del final que acecha a media noche

del tictac ignoto del latido

que las sienes exageran con espanto.

 

La mañana sin destello

el ojo mira al interior del viaje

El no saber si ayer…

fue la última alborada.


Los adioses

 

3

 

Y la muerte aún sin permiso

ronronea los espacios.

 

El viento confunde lamentos

 y el fagot de la umbría imaginaria 

distrae las nubes, ulula los adioses.

 

Hace apenas dos lunas, las risadas de la calle,

el bullicio, dispersaban alhelíes y fragancias.

 

Hoy, vacíos en las almas y en el pecho.

Hoy, un mundo incierto.

 

Promesas incumplidas del antaño.

Sin mañana.

Sin ayer.

Hoy.

 

Las aristas dispersas por el aire
disertan airosas melodías
triza el fuego que acorta la distancia;
como suave maremágnum, 
                                 la calle se disfraza.


Tiempo

El tiempo cobra y no olvida

la máxima

que el destino encierra,

“no hay mal

que dure cien años”

ni grandeza y hombre convertidos

 —ambos—,

en guiñapos...


Tres, tres.


A los artistas que se llevó la pandemia

El vagón se acercó y la curva enorme de poetas, artistas y amigos que emprendieron el viaje, alborozan sonrisas, gritos, euforia levantada por el ánimo de la concurrencia.

Era un viaje especial del último rincón de la patria a la risueña ciudad de la cerveza, la vid y el buen pan.

Todos gritaban, vociferaban y como si fuese la celebración de una victoria surgían mil historias en las diversas formas: poemas, odas, relatos, escenografías, paisajes quijotescos, por la disertación de la fábula, las historias sin fin del celebérrimo.

“—Tres, tres”, al unísono y él reía.

“—Eres como el Cristo!

“—¡Sí, pero no me crucifiquen cabrones y cabroncitas! ¡Jajajaja!”

El viaje se acortaba en el tiempo, apenas iniciaba la primavera del 2020. Fría como nunca. Triste.

En el mundo las alarmas crecían y la indiferencia y el desengaño las diluían.

“—Herbert”, gritaba el uno.

“—Memo”, el otro.

“—Gus, canta Sufrir”.

“—Jejeje, no, ya no más.

“—Entonces: Por ti”

“— Esa es de Chávez”.

“—¿Oda al hombre sencillo”, es tu canto Hébert?

La colina se inclina ante el peso del convoy como si fuese un vaivén perseguido por la lejanía.

Surgen caminos sinuosos entre grandes rocas, cielos y precipicios y el ruido displicente de carriles de acero y durmientes satisfechos atesoran las andanzas de viejos usos por la vía serpentaria.

La noche se aproxima; las luces interiores oscurecen el sendero. Otean las entrañas el mañana incierto.

Las sonrisas se diluyen y los rostros se inclinan ante sus legados. La respiración se agita, se comparte, se adormece.

Los Haikus de Ana Karina, sangran...

La alegría fue ayer.

La tristeza es hoy.



Soledario

Manecillas antiguallas

desmembradas por el llanto.


Rotas las cadenas

del dolor de cada instante,

trasiegan las heridas

desenmascaran el pasado.

 

asincrónicos engranes

 reniegan del olvido

en la impronta sinfonía

del tictac sonoro y tardo.


¿Por qué es importante publicar los resultados de la investigación científica en revistas indexadas y/o arbitradas con un determinado factor de impacto?

  ¿Por qué es importante publicar los resultados de la investigación científica en revistas indexadas y/o arbitradas con un determinado fact...