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sábado, 2 de octubre de 2021

 La Casona Blanca 

de Noemí Hernández López y José Agustín Pérez


Palabras del editor

Guillermo Beltrán Villanueva

Editar “La Casona Blanca” se convirtió en varios retos, el primero fue cómo sincronizar dos discursos tan distintos de los coautores en la trama; el de Noemí Hernández López cuyo estilo poético, su principal género, es sencillo, pausado, melodioso, y profundamente emotivo y, José Agustín Pérez, más académico y contestatario, surgido como escritor de las luchas de izquierda revolucionaria, ya en sí se presentan como dos estilos muy diferentes. De igual manera, me enfrenté al trabajo de hacer coincidir en una historia, las descripciones, diálogos sin que se apartaran significativamente del vocabulario de cada personaje.

Recuerdo el comentario de Noemí que luego incluye en su presentación:

 

“—Dentro de las paredes de cualquier casa, siempre se tejen historias que, la mayoría de las veces quedan atrapadas y ocultas dentro de ellas. La casona blanca no es la excepción. Pues aunque la historia está basada y se desarrolla dentro del mencionado aposento, si he de ser sincera solo me constan los sucesos que se dieron fuera de la casona; lo íntimo, lo escondido lo que se desarrolló bajo su techo a puerta cerrada lo saqué de mi ligera imaginación y al final y para mí sorpresa todo ensambló como en un rompecabezas, aún la rica y bien nutrida aportación en interesantes segmentos de mi gran amigo Guillén Pablo fueron cayendo en esta narrativa como piezas claves para llegar al clímax y luego a un final”.

 

Cada uno con su discurso, vocabulario y gramática diferente y el uso o carencia de signos necesarios en las expresiones. Solicitar una y otra vez la adaptación de la historia a un sentido de verosimilitud apartada de la fantasía en que a veces nos entrampamos los poetas al ser demasiado soñadores y optimistas que, muchas de las veces, nos conduce a la fantasía y nos aleja de la realidad.

Esto me llevó a un diálogo colectivo con los autores para escudriñar cada detalle, situación complicada, pues dadas sus ocupaciones difícilmente coincidíamos los tres. Ante ese inconveniente los comentarios se hicieron con cada autor en momentos distintos, lo que dificultaba el avance de la edición.

 

“—Me gusta lo que están haciendo ustedes, dos amigos entrañables, sus propuestas, su originalidad en cuanto a la forma.

Noemí:

—Para mí, el resultado sinceramente, a primer impacto lo consideré catastróficos. Sin embargo…

 Enviaste

—No. Es como si cada uno se empeñara en descifrar al personaje, un ser humano, sin duda, de carne y hueso, con sus máscaras, con su mente discutiendo cual apariencia presentar.

 Respondiste a Noemí su mensaje original:

(Para mí, el resultado sinceramente, a primer impacto lo consideré catastrófico).

—No, no, de ninguna manera. La idea ahí está. Me van a arrimar una "chinga" con la corrección y darle sentido, pero me encanta. Es un gran reto.

 Denme vida, amigos, me he sentido muy desanimado con eso de que esté quedando inválido con tantos proyectos y deseos de escribir y ayudar a los escritores y artistas. Me entusiasta tanto su idea. Así es que a trabajar en cada aspecto del personaje cada uno, me lo mandan y conversamos como encajar en la historia”.

Noemí:

—Sin embargo, te decía, al ir desarrollando la trama me sentía como en un desafío, pues veía que mi nivel no daba mucho, pero al mismo tiempo sucedía lo que al principio, veía los textos que me enviaba José Agustín,

 y me provocaba una gran emoción y me daba ánimos de seguir. Fue algo excepcional.

 —Así es. Tú lenguaje es muy importante en el personaje, lo haces muy original. Ya veremos cómo encajar ambos estilos. Son muy buenos.

—Pues me das esperanza. Aunque me gustó mucho, no le daba posibilidades de vida a este trabajo.(1).

 

Desde ese momento quedé atrapado en la historia. Quise saber más y tenerla en mis manos, a pesar de sufrir una serie de tratamientos, pero sabía que el editar esa obra que tanto me entusiasmó sería un paliativo a mis dolencias. Creo que lo más difícil fue ignorar las dolencias que causan el estar sentado por horas revisando y corrigiendo un texto, aunque estos malestares las mayoría de las veces se olvidan o minimizan cuando uno se enfrenta como editor a un proyecto de novela de gran calidad y potencial, que incluso me atreví a escribir las conclusiones al final de la novela para llenar algunos huecos que llevarían al lector común a la necesidad de conocer algunos detalles.

Dos objetivos, Noemí con una gran historia basada en hechos reales en una comunidad del norte de Sonora, México, con ganas de novelarlo, acudió a la ayuda del profesor José Agustín para darle forma y considerar su posible construcción que llamara la atención del lector, el primero, por supuesto, el editor.

Alrededor de un año los llevó a reunir el material que compartían por medio de mensajes. Al recibir el texto donde se reunió todo el material me di cuenta de que algunos lo iniciaban con fecha y hora de envío, mas no de remitente o destinatario. Fue interesante tratar de descubrir por medio del trozo compartido identificar al autor de tal o cual párrafo.

Desde luego que en las primeras etapas de la edición no se profundiza en el contenido, sino a darle forma al libro, repartir los espacios, episodios y capítulos y enseguida a la corrección de signos, letras, palabras, la claridad de las ideas, la corrección ortotipográfica detallada y a desentramar las ideas, el contexto, las historias y sobre todo el discurso total de la novela, entonces me enfoqué en las expresiones, diálogos hablados y pensados, citas, anuncios, consignas, al final de todo este trabajo empecé a “leer” la obra.

Sin duda fue la parte más interesante del trabajo de edición, cómo “homogenizar” el discurso de los personajes de cómo se expresaba cada uno viniendo el texto de un autor o de otro, incluso de cuándo profundizar en el texto narrativo tal escena o acción. Así que a veces pasaba de una narración sencilla a la visión poética y sofisticada de otro narrador y que debía combinar como momentos de reflexión del personaje del que se trataba. Asunto que me llevó a muchas ideas para “aconsejar” a los autores en agregarles más descripciones poéticas del narrador en ciertos pasajes que consideraba fríos o desangelados al de otros en que se exageraba la visión de un maleante, (no dudo que tengan algo de humanidad, pero leve y siempre proclive a culpar a los demás de sus acciones).

Recuerdo un momento en que felicité a Noemí por la manera tan hermosa de describir un pasaje. Con la sinceridad que le caracteriza, me contestó: “ese pasaje no es mío”. Admiré su honestidad y le extendí la felicitación al maestro José Agustín, quien lo escribió. Nada más que a partir de esa anécdota les pedí que agregaran más narraciones como esa y eso alargó el proceso. Fue un comentario que tuve con Noemí a través del mensajero:

 

(“Dom, 09:48

Enviaste

Qué hermoso párrafo, me emocionaste con lo que dice. Es poesía pura: (A veces las cosas más escondidas, más secretas, están a la vista de todos, a plena luz del día, tal es el caso de Lucas Alberto, le robó el sueño, el futuro prometedor, el florecimiento de la flor tierna desflorada a destiempo; pobre Jimena, guiñapos son los pétalos esparcidos sobre el suelo que más adelante el vientecillo los llevará al confín del olvido.

Dom, 10:18)”

Con una sensación que colmaba mi espíritu de poeta, le reafirmé:

Enviaste

("…guiñapos son los pétalos esparcidos sobre el suelo que más adelante el vientecillo los llevará al confín del olvido…)"

 

Son las frases memorables que se quedan en el lector. (también soy lector, ¡eh!, ¿Noemí?

Ella contestó a mi mensaje:

 

(“Mensaje original:

[Qué hermoso párrafo, me emocionaste con lo que dice. Es poesía pura: A v…].

—Este párrafo es todo el mérito para nuestro ínclito amigo Guillén. A mí también me encantó…”.

—Estoy tan emocionado con la novela que se me olvida que tengo una intervención en la región lumbar y debo estar preparado.

—No te presiones querido amigo. Recuerda que tienes que estar relajado para tu cirugía. Mejor para y la puedes dejar para cuando estés totalmente recuperado. De verdad amigo).(2).

 

No le hice caso, por el contrario, me fui a la conversación con José Agustín:

 

(“—Maestro Agustín. Lo lograremos. ¿Sabes que los escritores que empiezan su obra literaria, con poesía son las mejores? ‘En un lugar de la Mancha… Cervantes” “Vine a Comala porque me dijeron…Rulfo”, Quería hablar, pero no pudieron; había lágrimas en sus ojos, Dostoievski,  “…una piedra, una hoja, una puerta ignota…”: Thomas Wolfe.

Las mejores historias son aquellas que desarrollan "emociones" en los lectores. Y eso se logra con el sufrimiento, el amor, la desesperación, las luchas, los retos, se identifican con los personajes y les dejan una lección de supervivencia.

Un poeta escribe "emociones" ya tiene la costumbre, la idea es mejorarlas a través de la novela y llevarlas a un plano universal del ser humano que lo identifica.

Mándame tus textos. Ya veremos qué hay que modificar o adaptar.

Conocer los elementos de la novela y acomodar el desarrollo de esas emociones de tal manera que impacten. Ya lo verás cuando se trate de que la "emoción" que quieres transmitir no se logra del todo. Es lo que tienes qué trabajar. Por eso es mi interés que lo enriquezcas de esa manera. Toda buena obra conlleva los demás géneros, novela, cuento, teatro, cine, y Poesía y eso haces muy bien. Bueno. Descanso mientras hacen la tarea. Uf, sí que estuvo cansadito el asunto.

Un gran abrazo a ambos.

Agustín:

—Ahora a descansar, tómate el tiempo, lo importante es tu salud y tu rehabilitación.

—Mi estimado Agustín, ojalá y no eches en saco roto las sugerencias y agregues esos pasajes maravillosos lleno de poesía. Hay muchas posibilidades en esos campos que dices al principio de tu estudio y que no se reflejan en la descripción del paisaje.

Hay momentos que puedes magnificar como cuando el asesino arrastra a la niña y se acerca al bosque, allí el reto no es describir al asesino, sino que el paisaje describa la terrible acción. Ya sea un paisaje tenebroso, una lucecita que se apaga, algo que se esconde entre la zanja, rocas que ruedan al fondo y se tiñen de rojo.

Agustín:

—Me agarraste ayer desprevenido, hoy escribiendo atrás del espejo la parte oscura, o no contada de los personales de la Casona blanca. Gracias por todos tus consejos, los tomo en cuenta, trataré de adjuntar tus sugerencias a los diálogos mencionados e enriquecer la obra.

—No voy a salir a Facebook un rato pues quiero dedicarme a tu novela, para que la perfeccionemos al 100.

—Maestro. Deje la edición para cuando se reponga. Saludos. (3).

(1,2,3) Textos tomados del libro “Memorias de un editor” de mi autoría.

Por supuesto. No le hice caso.

Quiero destacar el trabajo de Noemí Hernández López al escribir y compartirnos esta historia; la coautoría de José Agustín Pérez, la construcción dedicada y hermanada de esta obra; sin ellos no hubiese tenido en mis manos esta novela “La casona blanca” descrita magistralmente por los autores en los textos que abren la novela; una historia singular de una familia de clase media con relativo éxito económico producto del trabajo y el amor de una pareja que fundó su familia, y dadas las terribles circunstancias en que se vieron envueltos los llevó a situaciones sumamente difíciles de solventar, que les causaron el resquebrajamiento del seno familiar al verse en manos de delincuentes que los llevó a situaciones y decisiones terribles entre los miembros de la familia. Romance, traiciones, pérdida de fe y valores, víctimas y victimarios, desolación, muerte, suspenso…

 

 

 

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