Capítulo 18 bis
Didascalos
José Agustín Pérez
Hay
historias contadas por buenos escritores e igual de excelentes; sin embargo,
algunas se cuentan por sí solas; gente que cree en el más allá, en los
beneficios de portarse bien y a la hora
de partir con destino al reino de los cielos y, los mal portados, no digamos
los pecadores, al reino del averno. Ciertos pensadores opinan que aquí en el
reino de la tierra es el mismo infierno. No todos los buenos van al cielo y no
todos los malos reciben el castigo que merecen.
En este mundo material el infierno existe de forma
soterrada, es la cárcel y la antesala; en los separos, la materia humana allí
depositada con o sin razón de peso, penan la culpa ajena y propia.
Los habitantes del infrahumano arrastran las cadenas
sólidas, pesadas de la ignominia, de un sistema carcelario donde no se
encuentra absolución, recorte de sentencia, por lo general acusatorias; ni por
medio de sobornos, cohecho o moches a las autoridades encuentran la
"libertad". Presos están arrastrando siempre la esclavitud mental.
Es necesario, desde abajo, derruir el piso y los muros
que atrapan a las víctimas todas inocentes por la maquinaria belicista del demonio
metalizado.
¡He dicho!
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