ESTUDIO CRÍTICO
Guillermo Beltrán Villanueva
"Al libro "Al que Ama mi Alma" de Noemí
Hernández López. Existen discursos de recogimiento que nos llevan a un estadio
inmanente, esto lo aseguran estudiosos, clérigos, ministros que traen para
nosotros las palabras escritas por inspiración divina.
Sin duda el
hombre, en su historia, (ésta no se concibe sin la escritura), intentó
interpretar el porqué de la vida, los fenómenos que le sujetaban al escondite o
a guarecerse de las inclemencias intentó dejar en la memoria de sus acciones por medio de signos,
dibujos rupestres, símbolos, partes de una incipiente escritura. Las ciencias
que se separan de los estudios religiosos proponen que estas circunstancias
hicieron que el cerebro del ser humano se expandiese hacia otras zonas del
cráneo y en su expansión el encéfalo, también llamada “materia gris”. "genera
los pensamientos intelectuales más complejos y controla los movimientos
corporales." (“Componentes del cerebro - MedlinePlus”) Y que ahí se genera
el razonamiento. Hasta ahí podríamos decir de los naturalistas, llegaron a los
límites físicos que se impusieron.
En cambio, otros, los teólogos, incluidos los
filósofos se dieron cuenta que más allá de lo físico existía un poder
desconocido del razonamiento, es decir, Metafísico, el cual le iba abriendo
camino para superar sus propias circunstancias.
Ante la grandeza espiritual que se abría a sus ojos
intuyó un acercamiento hacia algo sobrenatural que le sobrecogía, que a la vez
le iba dando claridad de pensamiento para encontrar respuestas. ¿Es acaso una
incipiente religiosidad del hombre que le acercó a Dios? Sin duda la propia
palabra no es más que una síntesis del eterno retorno hacia la divinidad por la
que fue creado; del latín religio, formada con el prefijo re- (indica
intensidad), el verbo ligare (ligar, atar, unir, amarrar) y el sufijo -ion
(acción y efecto). Entonces "religión" significa algo así como
"Acción y efecto de ligar fuertemente [con Dios]. Como decía, hay
discursos que nos sobrecogen y nos llevan a la meditación, porque percibimos no
nada más la palabra intrínseca, sino a la esencia de esta como un elemento más
de comunicación. Haría falta percibir aquel lenguaje que conlleva la palabra,
su significación profunda y todo aquello que la encumbra para convertirse en la
palabra absoluta, poderosa, divina.
El libro “Al que ama mi alma” tiene esa enorme
facultad. Desde que vi la imagen que propuso la autora sentí una necesidad de
escribirle un poema, sin haberlo leído, solamente la hermosa imagen que escogió
para la portada.
Acróstico
soneto rusticato
A
su luz es atraída
La fiel seguidora.
Que
eleva plegarias
Uncida
de paz y alegría
Entorno
al Divino Creador.
A
quien dedica su fe,
Más
cada paso le guía
Al
cielo, ¡oh, divina palabra!
Mente,
devoción y espíritu
Incide
en su vida y familia.
Ante
Dios que todo lo crea
Le
dedica su oración;
Ministerio
y servicio;
Alma, cuerpo y pasión.
La autora se hace valer de la Poesía, la máxima
expresión espiritual del Ser Humano para llegar con su melodía, las imágenes,
la parábola, la metáfora y su fuerte sentido de religiosidad con su voz amorosa
y profunda a las fibras de nuestro corazón. Cada expresión, interrogación o
exclamación, son parte de esa cadencia que explota y despierta conciencias del
lector y, finalmente, remodela la actitud, libre de antagonismos y llena de
serenidad y recogimiento, lo lleva a un intento de retorno, de reencuentro
precisamente con la Palabra, sí, la Palabra que llega hasta nuestro
razonamiento para llenarnos de sublime espiritualidad y virtudes cristianas.
Noemí, eres grande y te lo diré de la manera en que nos comunicamos los
poetas.
Eres grande
y poderosa,
mueves las almas
al amor.
Eres poesía
que se inspira
y transpira
su color.
En los verdes
abedules
en los bosques
y desiertos.
Y en las letras
donde aludes
La Eterna…
¡Palabra de Dios! (Debe repetirse a coro).
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