Capítulo
24
Soy
—Oye lector. Soy el sujeto del que no todos se han
atrevido a hablar, por no saber quién soy, transcriptor, recopilador, autor, editor o el lector de
este ejercicio literario en esta Ciudad desolada donde el arte y la cultura ha dejado de
existir. Donde la astucia de algunos por compartir sus intentos artísticos
permite que nuestra cultura no fallezca, como tantas personas que se nos han
adelantado por esta catástrofe de salud.
Desafortunadamente para los gobernantes jamás ha
sido importante las expresiones populares. Para ellos la cultura es el arte de
la imitación, la simulación y la representación exacta de la ideología
gobernante. Por ella se rige cada paso que dan las instituciones a las que se
les asigna cierta miserable partida, generalmente suficiente para mantener a
los portavoces de lo que queremos que sea cultura y algún “artista” orgánico que
siempre gana los concursos, las becas y que sabe explotar la necesidad de
convertirse en la voz interior de cada gobernante como enlace con “su pueblo”,
cuando en realidad la muchedumbre crea la verdadera cultura como reflejo de su
sufrimiento, sus emociones, las visiones que las carencias más elementales le
motiva a expresarse de forma contestataria, como expresión del mundo que le tocó
vivir.
¿Dónde están ahora las instituciones?, ¿haciendo
cultura por video llamadas, por zoom o Skype? No, no es lo mismo. Cierto que
hay grandes excepciones entre los promotores honestos y amantes de la cultura
que se esfuerzan por seguir promoviendo a los artistas, pero se cuentan con los
ojos y nuestra gratitud.
Yo aplaudiría a los artistas que luchan por
sobrevivir, haciendo espectáculos en las redes sociales, desde sus casas,
cubículos, buhardilla, estudio, en la calle, desde cualquier escenario, un aplauso
para ellos. Demostremos nuestra gratitud para que salgan adelante.
Pero, en algún rincón habrá quién escriba sus vicisitudes,
su dolor, tristeza, hambre, la pérdida de un ser amado, de un vecino, su visión
del amor desde una nueva perspectiva; ya no con tanto entusiasmo, tal vez en un
tono más reflexivo, circunspecto, con una filosofía distinta ante la
precariedad de la existencia, con su obra para abatir, si no sus penas, al
menos la soledad en que esta pandemia lo ha soterrado.
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