Capítulo 18
“Cuando la amistad se destruye la personalidad del ahora
antagonista muestra su verdadera esencia de ser, tal como ha sido siempre en el
anonimato de su lóbrega mente”.
Narradora testigo
Didascalos (dramatis personae)
El
negro es un color elegante, pero igual de elegante suele ser oscuro, o igual
oscuro puede ser demonio. Tiene las dos vértices, endemoniado y elegante. Pero
aquí se concentraba en el pensamiento, lo negro de su pensamiento, se quedaba
algunas veces irónico, otras contento, otras enfadado, pero nunca se sabía de
qué o porque. Era oscura su alma, el personaje de la mano retorcida, donde su
vida siempre ha tenido el teatro dentro de su cabeza, su cabello son pocos,
pero aún le quedan, trata de aumentarlos con gel para verse
interesante, luce burdo como su puerta que no tiene perilla, que se quedó sin
broche, que ya no cierra y queda abierta con el miedo de que alguien entre a su
cuerpo a arrebatarle su seguridad que anida dentro de su cuarto. La computadora
igual de negra, la voz danza dentro de su boca, arrebatada con palabras
pensantes.
La otra dirección entra en razón y sus palabras son suaves, sale el
intelecto, de eso nadie tiene dudas, (el intelecto mal usado pero lo tiene).
Al fin está ahí en su cueva donde se siente seguro, ahí nadie lo alcanza
y habla solo; se acuesta en su sillón; escucha música metálica tan fuerte que apaga
los sonidos citadinos. Por dentro el ritmo le lleva a sus delirios de amo donde
se proyecta (inadaptado), así él crea su personaje cada día, no le importa lo
que pasará al día siguiente para él existe solo el día de hoy.
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