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martes, 15 de septiembre de 2020

Ensayo sobre la novela Aroma de Presagios

 

 

Guillermo Beltrán Villanueva, autor

 

Aroma de presagios

Esta novela representa la búsqueda permanente de la felicidad del ser humano, a través de la observación, la reflexión y los sentidos; particularmente, del sentido del olfato: Bálsamo de ausencias, Esencia de olvidos, Humor silencioso, Petricor, Almizcle de albatros, Perfume de melancolía, Olor de su presencia, Exhalación del alma, Vaho de mar, Hálito de esperanza, Incensario virtual…

Aromancia de encuentros… inmersos en un suave Aroma de presagios. en una extraña significación ambigua y disímbola del hombre nómada sedentario.

En el trayecto de su vida, los aromas identifican cada estadio emocional y racional, cada olor o hedor escudriña al subconsciente, al conocimiento subliminal que rige nuestras vidas para guiarlo inconscientemente hacia la realidad. Es nuestra historia, tuya y mía; viajero itinerante, trashumante por su propia existencia. 

Cada uno de esas aromas, esencias o perfumes sustrae del subconsciente un Moméntum que guía nuestras vidas. El olor nauseabundo de un vendedor, un pedigüeño o un transeúnte de nuestra fila de espera, el perfume de una flor nos transporta al olor del cuello del ser amado; el guiso picante que hiere los cilios olfatorios y toca a la puerta de nuestra memoria; el aroma de la canela en las gorditas de nata se mezcla con los recuerdos infantiles de la miel de piloncillo sobre los buñuelos crujientes elaborados por Mamá; el humor de los amantes y la trasgresión amatoria en la búsqueda del yo, nos remonta sin querer a escribir la profecía que guiará nuestro proceder.

Todo eso nos obliga a trashumar, inquirir, buscar y sin querer nos lleva a sedentar perentoriamente nuestra nomadía, para convertirnos en viajeros estacionarios, sedentarios chichimecas;  migrantes.

¿Migrantes? Para los fronterizos del norte de México, el vocablo se refiere a un sinnúmero de personas, el término trasciende para identificar a los emigrados, visitantes, indocumentados, trabajadores temporales, braceros, campesinos y, todos aquellos que, habiendo nacido en el centro y sur del país o desde Centro y Sudamérica, se han mudado al norte, a la frontera con Estados Unidos, un área próspera de México pocas veces comprendida por las administraciones gubernamentales para rescatar y enaltecer los valores culturales resultantes de la interacción humana, comercial, social y creativa.  

Generalmente el término migrante se refiere al individuo indocumentado en el extranjero, que ha sido deportado por no contar con permiso para permanecer en países como Estados Unidos y, que al llegar a Tijuana la falta de servicios sociales o alguna dependencia que se haga cargo de ellos,  deambulan por las calles en busca de oportunidades.

Migrantes, todos somos Migrantes, puesto que vinimos de otras ciudades, regiones o países en busca de oportunidades de vida para sí mismo y para nuestras familias. De esa manera, alguna vez arribamos a esta región sur de Tisandìe, sí: Tijuana San Diego, con decisión y espíritu de lucha y ante el reto que ello conlleva, la comarca nos dio oportunidad de salir adelante.

Muchos de nosotros aprovechamos la vecindad con el país limítrofe, familiarizados con las costumbres,  la cultura y las modas, así como la comunicación bilingüe, para intentar emigrar legal o ilegalmente a los Estados Unidos. 

En ese esquema es fácil mantener una relación muy íntima entre ciudades vecinas como las existentes en la región Tijuana y San Diego, Ti San Dìe (Acento grave en la “ì”). Circunstancia que nos permite interactuar familiarmente a nivel social, cultural, político y laboral. Es común, coincidir en eventos relacionados en las ciudades circunvecinas, hecho que nos mantiene unidos y en constante interacción.

La línea divisoria y sus respectivas aduanas, la frontera misma es una región que obliga a una convivencia e interactividad permanentes,  ya sea como cliente, pasajero, vendedor, trabajador, empresario, investigador, activista de los derechos humanos, prestador de servicios o simplemente migrante.

Las anécdotas e historias diarias, muchas de ellas consignadas en la memoria colectiva o modificadas en el imaginario popular, son recordadas o soterradas en la liviandad o en los hechos heroicos, que, de alguna manera, les dan cuerpo a las leyendas urbanas, sin más mérito que la intención literaria.

Escribir al borde de la línea  no es ajeno al quehacer fabuloso, basado en sucesos verdaderos que llegaron a nuestros oídos por terceros o por narradores de otras regiones, mezclados sus relatos  arbitrariamente por el autor sin más afán que la escritura de ficción,  apegada a la realidad de ser fronterizos y  que de alguna manera, esa virtud  nos involucra dentro de  una sociedad pujante y decidida, y que nos revela en mucho nuestro  amor a la tierra, a  los valores y tradiciones y, todo aquello, que nos da  identidad como  migrantes sedentarios.

Al hojear los relatos escritos bordeando la línea para integrarlos a la novela Aroma de Presagios, me hacían recapacitar en cada evento que me tocó observar en esa tierra de nadie, llena de vendedores, pedigüeños, policías, trashumantes, indígenas,  agentes aduanales, prestadores de servicios, vendedores de seguros, y comidas, voceadores de periódicos, revistas y libros como don Eduardo Ayala y como Pepe Nacho, conocido como el Tello, el vendedor de periódicos conocido como el Manito, entre otros.

Mientras cruzaba veía al transeúnte y viajero a los Estados Unidos comprar desde tortas, tamales, sodas,  hielitos, bolis de rompope, alfarería, banderitas mexicanas y trajes tradicionales made in China, tostilocos, vasitos de elote con queso Cotija, mangoneadas, café gourmet y americano, empanadas rellenas de comida, coyotas de Sonora, Tortillas de harina, docenas de 9 piezas de mini pan dulce, figuras de yeso y piñatas, en esa fiesta de colores. 

 Donde es común observar a migrantes intentando regresar a los Estados Unidos, país del cual fueron expulsados; restaurantes o torterías en cuya clientela conviven polleros, aspirantes sin papeles, policías, agentes de migración, guardias Betas y uno que otro mandadero quienes vienen a comprar tacos, tortas y burritos para los agentes de migración americanos.

En el personaje de esta novela, cada uno de los olores llevados al cerebro tienta a la razón y al recuerdo, a la posibilidad de intentarlo de nuevo, de forjar un final distinto de nuestra existencia, donde nuestro afán volitivo cincelare un nuevo rumbo, una nueva profecía que trasgreda a la esperanza, para hacerla realidad.  

Historias compartidas, recuerdos, comentarios, cuestionamientos, ideas y propuestas que hacían más ameno el trayecto hasta el cruce fronterizo.

Los olores, los recuerdos, el incidir con los perfumes y los sucesos subterráneos, incisivos, pero profundamente decisivos en nuestro actuar, en nuestra capacidad de respuesta para forjar el camino; todo ese conjunto de sensaciones que al percibirlas conforman cada estrofa o párrafo un todo, una Aroma de Presagios.

 

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