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miércoles, 16 de septiembre de 2020

Estudio sobre la novela La Mentira de mauro Martina

 

La mentira

Novela del maestro Mauro Martina

Por Guillermo Beltrán Villanueva


La mentira de Mauro Martina es una novela en idioma español ambientada en la cultura árabe o de alguna de las regiones con la toponimia, las costumbres, el arte, el lenguaje y la vida cotidiana de los hispanoparlantes.  Nada extraño a las comunidades latinas por la fuerte influencia que recibimos a través de la historia durante la dominación de la península ibérica. A principios del siglo VIII, la Península Ibérica recibió su última invasión histórica de un pueblo ultramarino mediterráneo: los árabes, pueblo semita procedente del Oriente Medio, conquistaron la Hispania visigoda.

Durante mucho tiempo los árabes permanecieron en la península asiática conocida como arábiga, tal vez con otra denominación por los mismos habitantes nómadas de sus desiertos, pastores de camellos y caravaneros que unían el océano Índico con el Mediterráneo y sobre la inmensidad de los mantos petroleros que desde el siglo XX les cambió su estatus económicos.

¿Qué sucesos o acciones del hombre cambió todo su futuro? El nacimiento de un árabe genial e iluminado, Mahoma, a mediados del siglo VII quien predicaba una nueva religión, el islamismo,  el último monoteísmo semítico que el Oriente Medio exportará al mundo. Pronto toda la península fue sometida y se convirtieron en musulmanes, bajo el poder de Alá, el Dios único. La gran Siria fue conquistada tambaleando al Imperio Bizantino, derribaron el imperio persa y siguieron los pasos de Alejandro. Ifrīqiya, llamada hoy El Magreb, fue el camino fácil hacia la Península Ibérica, el Calpe hispánico, la conquista de Gibraltar, Monte de Grafíaāriq, el conquistador.  La incursión en la península más occidental de Europa se transformó en una conquista, porque estaba gobernada por una monarquía alógena y caduca, la visigoda, y encontraron el apoyo de los rivales del rey Rodrigo. Sólo la voz de algún clérigo como el autor de la Crónica mozarábica.

Los cambios en la Península Ibérica en el siglo VIII parecen ser nada más nominales. Al-Ándalus, fue el nombre de toda la Península Ibérica, así que los andalusíes fueron los musulmanes de la actual Andalucía, pero también los de Aragón y Cataluña, los de Valencia y los nacidos en las dos Castillas. Para los habitantes y nuevos conquistadores lo más notable sería la lengua y la escritura que traían los nuevos dueños de la Península Ibérica se había ordenado que el árabe fuese la lengua oficial. Uno de los problemas que no se han planteado, es la comunicación lingüística entre los árabes y los habitantes de la Península en estos primeros tiempos.

La lírica medieval

Desde el 711, a la existencia de cristianos y musulmanes se unen los judíos, además de los mudéjares, musulmanes en territorio cristiano, y los mozárabes, cristianos en territorio musulmán; hubo largas épocas de coexistencia, comprensión y tolerancia, y de influencia de unos con otros.

En este contexto brota la lírica románica peninsular en sus varias manifestaciones: la mozárabe, la galaicoportuguesa y la castellana. Esta lírica peninsular la compone una colección de jarchas, breves canciones que los poetas musulmanes y hebreos utilizaban para finalizar sus poemas cultos, llamados muwassahat. La jarcha más vieja es anterior al año 1000.

Las jarchas son una interpretación femenina del amor de un simbolismo y una subjetividad llena de sensualidad. Corresponden a la cultura urbana de las florecientes ciudades de la España musulmana, y son un perfecto ejemplo del mudejarismo social y cultural de los tres pueblos y religiones de la España medieval.

Las jarchas originales son de exclusiva temática erótica. Las sencillas canciones de los mozárabes son recogidas y utilizadas por los grandes y exquisitos poetas no cristianos y no románicos que las incorporan a sus composiciones.

La literatura latinoamericana de origen árabe

Los inmigrantes árabes, la mayoría al principio eran cristianos, procedentes del Oriente Medio eran conocidos como en América Latina con el nombre de “turcos”.

Provenían del antiguo Imperio Otomano, Siria, Palestina y Líbano, que emigraban para no ser obligados a enlistarse en el ejército, por la presión política y las guerras sectarias, nació el movimiento literario propio y característico que es conocido como la ‘literatura del Mahyar’ o llamada también ‘La literatura árabe de la Emigración’.        

Un grupo de intelectuales fue encabezado por Gibran Jalil Jabran que fue un destacado poeta, escritor y pintor libanés nacido en Becharré el 6 de enero de 1883 y fallecido en Nueva York el 10 de abril de 1931.

Del mismo modo, también se creó el círculo o liga andalusí (Al-Usba al-Andalusiyya), en Sao Paulo, en Brasil, se trata de una asociación que se verá caracterizada por su identificación con la poesía hispanoárabe. 

Dentro del universo del al-Ándalus, en escritores como Ibn Zaydum o Ben Quzman y en la poética arábigo-andaluza. Desde Rubén Darío hasta los últimos contemporáneos existe una gran influencia árabe en la obra de precursor modernista.

Le sirve a Darío para asumir una postura estetizante proveniente de Francia, y que terminaría sumiendo a los modernistas latinoamericanos en ese mundo árabe adoptado por el escritor nicaragüense.

La importancia de esta presencia árabe nos llevan hasta la misma emigración española inmediatamente posterior al descubrimiento en que llegan al sur de América los gitanos, árabes y judíos que habían ocultado su verdadera procedencia para escapar de la persecución en España.

Toda la literatura latinoamericana desde el siglo XIX hasta la actualidad, respira árabe por alguno de sus poros, un hecho comprensible si se tiene en cuenta que un número importante de ellos son descendientes de árabes que cambiaron su verdadero nombre para escapar de persecuciones o simplemente para cambiar de vida una vez instalados en América. Los árabes, emigraban sin voluntad de regresar, de tal modo que se integraban plenamente en las sociedades adonde llegaban, pero sin dejar de legar su pasado a las generaciones futuras. Todo ello está en la génesis de la literatura latinoamericana hasta el día de hoy.

Debemos entender el impacto de los escritores latinoamericanos poniendo el énfasis en la recreación de mundos imaginarios, cuya raíz es inequívocamente árabe. Otros eligen la evidencia; pero en todos se advierte la fascinación y el impacto de "Las Mil y Una Noches", incluso en Borges y en todos los escritores del Boom".

Si abundante es la nómina de escritores influenciados por lo árabe, más extensa y contundente resulta la de los personajes, el personaje central de la obra "Eva Luna", de la escritora venezolana Isabel Allende, y donde otro personaje importante es un palestino.

Los primeros habitantes de Macondo Cien Años de Soledad son gitanos árabes que llegan con sus argollas y pantuflas dispuestos a vender sus baratijas; incluso, cuando se organiza el pueblo, hay una calle a la cual se le da el nombre de Los Turcos, precisamente el apelativo con que se denomina a los árabes en América Latina. Recuerdo con afecto al gran turco Jorge Kafrune y su Samba de mi esperanza, un canto a la libertad de la Argentina dictatorial, militar y asesina, canción que le costó la vida, por apelar a la esperanza y ansia de libertad de un pueblo masacrado por gobiernos cuya existencia me han parecido incomprensibles ante un pueblo al que reconocemos su gran cultura. Pero bueno, volvamos al grano y dejemos este asunto y dolor que la novela me inspira al leerla.

Toda la literatura latinoamericana desde el siglo IX hasta la actualidad respira árabe por alguno de sus poros, un hecho comprensible si se tiene en cuenta que un número importante de ellos son descendientes de árabes que cambiaron su verdadero nombre para escapar de persecuciones o simplemente para cambiar de vida una vez instalados en América. Los árabes, emigraban sin ganas de volver a su país de origen, de tal manera que se integraban totalmente en las sociedades adonde llegaban, pero sin dejar de recurrir a su pasado y a sus tradiciones literarias para heredar a las generaciones futuras. Todo ello lo percibimos en la génesis de la literatura latinoamericana y continúa hasta el día de hoy.

La novela La mentira del escritor y filósofo Mauro Martina no se escapa de la influencia árabe, es una novela rica en aforismos, reflexiones, y reminiscencias del pasado, de las costumbres y tradiciones; la conservación de los nombres en los personajes, sean estos de cualquier nivel socioeconómico o el papel que el autor le asignó a cada uno, todos se enorgullecen de su ascendencia árabe sean producto de su adaptación al español o a la región de donde procede cada uno de ellos.

Lo interesante de la trama de la novela es que aún en el desarrollo del drama que los envuelve, este lo adaptan plenamente a las costumbres, comportamiento y la propia convivencia familiar; el abuelo, hombre sabio dispuesto a dejar un legado más valioso que cualquier valor material o económico:

“—Caminemos, linaje de mi sangre, —dijo el Abuelo —,sentado en la mesa y con un libro en su mano derecha—, él decía que ese texto lo había asistido en todas partes”.

 La condición conductual de su descendencia dentro de los cánones que la religión, la familia y la sociedad comunitaria, además de las relaciones sociales y respeto a las leyes fuera de sus costumbres, pero que son las que rigen la comunidad que les abrió las puertas en la América del sur.

La comunidad hispanoparlante, quienes desde luego, no se escapan de la rica tradición que les dejó la dominación musulmana en la península ibérica adopta una nueva particularidad enriquecida con las comunidades árabes, migrantes de los últimos tiempos.

Nada nos es extraño en el discurso de la novela, no si tomamos en cuenta las costumbres que hemos heredado y que percibimos en el presente a través de la lectura de este documento como es La Mentira. Idiosincrasia y herencia; ficciones, modo de ser, supuestamente española lo vemos con mayor similitud entre la comunidad hispanoamericana y la hispanoárabe asentada en las regiones de América, particularmente en el Cono Sur

 La tierra de grandes escritores como Borges, cuya obra sueña e imagina Las Mil y un Noches a través de sus cuentos; García Márquez y sus gitanos árabes no nada más invadieron su país sino su imaginación, en ese aquelarre de magia que en Cien años de soledad se confabula y donde nos hace sentir parte del encuentro con los Buendía. Vaya, hasta Eva Luna de Isabel Allende no puede prescindir de tan singulares personajes de origen árabe, muy necesarios para darle esa magia, esa predisposición a la cábala y a la nigromancia y, por supuesto, al encanto de inventar un obra capaz de absorber nuestras noches y días ante el temor de llegar al final y no sobrevivir a las circunstancias de abandonar ese mundo imaginario para encontrarnos con la realidad de la vida.

Nadie como la comunidad árabe se supo adaptar; primero el ser dominados por un gran imperio y luego, tras su líder inmortal Mahoma tuvo la fuerza de sus creencias para emprender la dominación del mundo, pero no como un déspota ilustrado, a la manera del Renacimiento, sino como un transmisor de las ciencias y la filosofía, ese conjunto de doctrinas relacionadas con la vida, el universo, la ética, la sociedad y demás cuestiones fundamentales vinculadas al mundo islámico. La tradición islámica actual combina algunos pensamientos del neoplatonismo y del aristotelismo con otros conceptos que fueron insertados mediante el desarrollo del islam.

En La Mentira intuimos los grandes preceptos de los filósofos hispanoárabes como Avicena y Averroes, quienes precisaron algunas interpretaciones de Aristóteles después absorbidas por los intelectuales judíos y cristianos. Tal como su influencia en nuestro lenguaje con más del 8% de palabras de tal origen, cuyo más de 900 palabras raíces derivan más de cuatro mil palabras de nuestro vocabulario.

 De esa manera las costumbres tan arraigadas de la vida y su unidad familiar, costumbres, leyes no escritas, forman parte de nuestra cotidianidad; una gran variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje lo encontramos en la filosofía en su «ciencia racional». Y según esta definición, la palabra falsafah hace referencia al conjunto de saberes tales como: teología, política, matemáticas, moralidad y física.

Todo lo podemos sentir, intuir, descubrir en el discurso de los personajes, en los sucesos, los problemas que viven y cómo los resuelven, dejando una estela de sabiduría de esa gran tradición hispanoárabe que hoy revive el maestro Mauro Martina a través de su novela La mentira.

¡Disfrútenla!

 

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