La mentira
Novela del maestro Mauro Martina
Por Guillermo Beltrán Villanueva
La mentira de Mauro Martina
es una novela en idioma español ambientada en la cultura árabe o de alguna de
las regiones con la toponimia, las costumbres, el arte, el lenguaje y la vida cotidiana
de los hispanoparlantes. Nada extraño a
las comunidades latinas por la fuerte influencia que recibimos a través de la
historia durante la dominación de la península ibérica. A principios del siglo
VIII, la Península Ibérica recibió su última invasión histórica de un pueblo
ultramarino mediterráneo: los árabes, pueblo semita procedente del Oriente
Medio, conquistaron la Hispania visigoda.
Durante mucho tiempo los árabes permanecieron
en la península asiática conocida como arábiga, tal vez con otra denominación
por los mismos habitantes nómadas de sus desiertos, pastores de camellos y
caravaneros que unían el océano Índico con el Mediterráneo y sobre la
inmensidad de los mantos petroleros que desde el siglo XX les cambió su estatus
económicos.
¿Qué sucesos o acciones del
hombre cambió todo su futuro? El nacimiento de un árabe genial e iluminado,
Mahoma, a mediados del siglo VII quien predicaba una nueva religión, el islamismo,
el último monoteísmo semítico que el
Oriente Medio exportará al mundo. Pronto toda la península fue sometida y se
convirtieron en musulmanes, bajo el poder de Alá, el Dios único. La gran Siria
fue conquistada tambaleando al Imperio Bizantino, derribaron el imperio persa y
siguieron los pasos de Alejandro. Ifrīqiya, llamada hoy El Magreb, fue el camino
fácil hacia la Península Ibérica, el Calpe hispánico, la conquista de Gibraltar,
Monte de
Grafíaāriq,
el conquistador. La incursión en la
península más occidental de Europa se transformó en una conquista, porque
estaba gobernada por una monarquía alógena y caduca, la visigoda, y encontraron
el apoyo de los rivales del rey Rodrigo. Sólo la voz de algún clérigo como el
autor de la Crónica mozarábica.
Los cambios en la Península
Ibérica en el siglo VIII parecen ser nada más nominales. Al-Ándalus, fue
el nombre de toda la Península Ibérica, así que los andalusíes fueron los
musulmanes de la actual Andalucía, pero también los de Aragón y Cataluña, los
de Valencia y los nacidos en las dos Castillas. Para los habitantes y nuevos
conquistadores lo más notable sería la lengua y la escritura que traían los
nuevos dueños de la Península Ibérica se había ordenado que el árabe fuese la
lengua oficial. Uno de los problemas que no se han planteado, es la
comunicación lingüística entre los árabes y los habitantes de la Península en
estos primeros tiempos.
La lírica
medieval
Desde el 711, a la existencia de cristianos y
musulmanes se unen los judíos, además de los mudéjares, musulmanes en
territorio cristiano, y los mozárabes, cristianos en territorio musulmán;
hubo largas épocas de coexistencia, comprensión y tolerancia, y de influencia
de unos con otros.
En este contexto brota la lírica románica
peninsular en sus varias manifestaciones: la mozárabe, la galaicoportuguesa y
la castellana. Esta lírica peninsular la compone una colección de jarchas,
breves canciones que los poetas musulmanes y hebreos utilizaban para finalizar
sus poemas cultos, llamados muwassahat. La jarcha más vieja
es anterior al año 1000.
Las jarchas son una interpretación femenina del
amor de un simbolismo y una subjetividad llena de sensualidad. Corresponden a
la cultura urbana de las florecientes ciudades de la España musulmana, y son un
perfecto ejemplo del mudejarismo social y cultural de los tres pueblos y
religiones de la España medieval.
Las jarchas originales son de exclusiva temática erótica. Las sencillas canciones de los mozárabes son recogidas y utilizadas por los grandes y exquisitos poetas no cristianos y no románicos que las incorporan a sus composiciones.
La literatura latinoamericana de origen
árabe
Los inmigrantes árabes, la mayoría al principio eran
cristianos, procedentes del Oriente Medio eran conocidos como en América Latina
con el nombre de “turcos”.
Provenían del antiguo Imperio
Otomano, Siria, Palestina y Líbano, que emigraban para no ser obligados a
enlistarse en el ejército, por la presión política y las guerras sectarias,
nació el movimiento literario propio y característico que es conocido como la
‘literatura del Mahyar’ o llamada también ‘La literatura árabe de la
Emigración’.
Un grupo de intelectuales fue
encabezado por Gibran Jalil Jabran que fue un destacado poeta, escritor
y pintor libanés nacido en Becharré el 6 de enero de 1883 y fallecido en Nueva
York el 10 de abril de 1931.
Del mismo modo, también se creó
el círculo o liga andalusí (Al-Usba al-Andalusiyya), en Sao Paulo, en Brasil,
se trata de una asociación que se verá caracterizada por su identificación con
la poesía hispanoárabe.
Dentro del universo del al-Ándalus,
en escritores como Ibn Zaydum o Ben Quzman y en la poética arábigo-andaluza.
Desde Rubén Darío hasta los últimos contemporáneos existe una gran
influencia árabe en la obra de precursor modernista.
Le sirve a Darío para asumir una postura
estetizante proveniente de Francia, y que terminaría sumiendo a los modernistas
latinoamericanos en ese mundo árabe adoptado por el escritor nicaragüense.
La importancia de esta presencia
árabe nos llevan hasta la misma emigración española inmediatamente posterior al
descubrimiento en que llegan al sur de América los gitanos, árabes y judíos que
habían ocultado su verdadera procedencia para escapar de la persecución en
España.
Toda la literatura
latinoamericana desde el siglo XIX hasta la actualidad, respira árabe por alguno
de sus poros, un hecho comprensible si se tiene en cuenta que un número
importante de ellos son descendientes de árabes que cambiaron su verdadero
nombre para escapar de persecuciones o simplemente para cambiar de vida una vez
instalados en América. Los árabes, emigraban sin voluntad de regresar, de tal
modo que se integraban plenamente en las sociedades adonde llegaban, pero sin
dejar de legar su pasado a las generaciones futuras. Todo ello está en la
génesis de la literatura latinoamericana hasta el día de hoy.
Debemos entender el impacto de
los escritores latinoamericanos poniendo el énfasis en la recreación de mundos
imaginarios, cuya raíz es inequívocamente árabe. Otros eligen la evidencia;
pero en todos se advierte la fascinación y el impacto de "Las Mil y Una
Noches", incluso en Borges y en todos los escritores del
Boom".
Si abundante es la nómina de
escritores influenciados por lo árabe, más extensa y contundente resulta la de
los personajes, el personaje central de la obra "Eva Luna", de
la escritora venezolana Isabel Allende, y donde otro personaje
importante es un palestino.
Los primeros habitantes de Macondo
Cien Años de Soledad son gitanos árabes que llegan con sus argollas y
pantuflas dispuestos a vender sus baratijas; incluso, cuando se organiza el
pueblo, hay una calle a la cual se le da el nombre de Los Turcos,
precisamente el apelativo con que se denomina a los árabes en América Latina. Recuerdo
con afecto al gran turco Jorge Kafrune y su Samba de mi esperanza,
un canto a la libertad de la Argentina dictatorial, militar y asesina, canción
que le costó la vida, por apelar a la esperanza y ansia de libertad de un
pueblo masacrado por gobiernos cuya existencia me han parecido incomprensibles ante
un pueblo al que reconocemos su gran cultura. Pero bueno, volvamos al grano y
dejemos este asunto y dolor que la novela me inspira al leerla.
Toda la literatura latinoamericana desde el siglo IX
hasta la actualidad respira árabe por alguno de sus poros, un hecho
comprensible si se tiene en cuenta que un número importante de ellos son
descendientes de árabes que cambiaron su verdadero nombre para escapar de
persecuciones o simplemente para cambiar de vida una vez instalados en América.
Los árabes, emigraban sin ganas de volver a su país de origen, de tal manera
que se integraban totalmente en las sociedades adonde llegaban, pero sin dejar
de recurrir a su pasado y a sus tradiciones literarias para heredar a las
generaciones futuras. Todo ello lo percibimos en la génesis de la literatura
latinoamericana y continúa hasta el día de hoy.
La novela La mentira
del escritor y filósofo Mauro Martina no se escapa de la influencia
árabe, es una novela rica en aforismos, reflexiones, y reminiscencias del pasado,
de las costumbres y tradiciones; la conservación de los nombres en los
personajes, sean estos de cualquier nivel socioeconómico o el papel que el
autor le asignó a cada uno, todos se enorgullecen de su ascendencia árabe sean producto
de su adaptación al español o a la región de donde procede cada uno de ellos.
Lo interesante de la trama de la
novela es que aún en el desarrollo del drama que los envuelve, este lo adaptan
plenamente a las costumbres, comportamiento y la propia convivencia familiar;
el abuelo, hombre sabio dispuesto a dejar un legado más valioso que cualquier
valor material o económico:
“—Caminemos, linaje de mi sangre, —dijo el Abuelo —,sentado
en la mesa y con un libro en su mano derecha—, él decía que ese texto lo había
asistido en todas partes”.
La condición conductual de su descendencia
dentro de los cánones que la religión, la familia y la sociedad comunitaria,
además de las relaciones sociales y respeto a las leyes fuera de sus
costumbres, pero que son las que rigen la comunidad que les abrió las puertas en
la América del sur.
La comunidad hispanoparlante, quienes
desde luego, no se escapan de la rica tradición que les dejó la dominación
musulmana en la península ibérica adopta una nueva particularidad enriquecida
con las comunidades árabes, migrantes de los últimos tiempos.
Nada nos es extraño en el
discurso de la novela, no si tomamos en cuenta las costumbres que hemos
heredado y que percibimos en el presente a través de la lectura de este
documento como es La Mentira. Idiosincrasia y herencia; ficciones,
modo de ser, supuestamente española lo vemos con mayor similitud entre la
comunidad hispanoamericana y la hispanoárabe asentada en las regiones de
América, particularmente en el Cono Sur
La tierra de grandes escritores como Borges, cuya obra sueña
e imagina Las
Mil y un Noches
a través de sus cuentos; García Márquez y sus gitanos árabes no nada más
invadieron su país sino su imaginación, en ese aquelarre de magia que en Cien años de
soledad
se confabula y donde nos hace sentir parte del encuentro con los Buendía.
Vaya, hasta Eva
Luna
de Isabel
Allende
no puede prescindir de tan singulares personajes de origen árabe, muy necesarios
para darle esa magia, esa predisposición a la cábala y a la nigromancia y, por
supuesto, al encanto de inventar un obra capaz de absorber nuestras noches y
días ante el temor de llegar al final y no sobrevivir a las circunstancias de abandonar
ese mundo imaginario para encontrarnos con la realidad de la vida.
Nadie como la comunidad árabe se
supo adaptar; primero el ser dominados por un gran imperio y luego, tras su líder
inmortal Mahoma tuvo la fuerza
de sus creencias para emprender la dominación del mundo, pero no como un déspota
ilustrado, a la manera del Renacimiento, sino como un transmisor de las
ciencias y la filosofía, ese conjunto de doctrinas relacionadas con la vida, el
universo, la ética, la sociedad y demás cuestiones fundamentales vinculadas al
mundo islámico. La tradición islámica actual combina algunos pensamientos del
neoplatonismo y del aristotelismo con otros conceptos que fueron insertados
mediante el desarrollo del islam.
En La Mentira
intuimos los grandes preceptos de los filósofos hispanoárabes como Avicena y Averroes, quienes precisaron
algunas interpretaciones de Aristóteles después absorbidas por
los intelectuales judíos y cristianos. Tal como su influencia en nuestro
lenguaje con más del 8% de palabras de tal origen, cuyo más de 900 palabras
raíces derivan más de cuatro mil palabras de nuestro vocabulario.
De esa manera las costumbres tan arraigadas de
la vida y su unidad familiar, costumbres, leyes no escritas, forman parte de
nuestra cotidianidad; una gran variedad de problemas fundamentales acerca de
cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la
belleza, la mente y el lenguaje lo encontramos en la filosofía en su «ciencia
racional». Y
según esta definición, la palabra falsafah hace referencia
al conjunto de saberes tales como: teología, política, matemáticas, moralidad y
física.
Todo lo podemos sentir, intuir,
descubrir en el discurso de los personajes, en los sucesos, los problemas que
viven y cómo los resuelven, dejando una estela de sabiduría de esa gran tradición
hispanoárabe que hoy revive el maestro Mauro Martina a través de su novela La mentira.
¡Disfrútenla!
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