Visión de pandemia en Soledario, la novela rota
Guillermo Beltrán Villanueva
Al leer Soledario el lector se encuentra con una
estructura caótica, al parecer displicente, banal; abunda en el drama lírico, sea
la forma poética, teatral, cinematográfica, relataria o reflexiva. Al leerla se debe abandonar la idea de que se trata de una novela, ya que ésta se
presenta como espasmos vivientes, momentos que se capturan según los acontecimientos
en el entorno al autor. De cualquier manera, si la novela intenta representar
un drama de la existencia, perdido el instante como única representación del
tiempo, al igual que el espacio, esa no es la intención, si consideramos que
cada ser viviente coexiste en medio de infinitas representaciones de sí mismo en
cualquier instante de su existencia.
“Una lluvia pertinaz y el viento
confundieron los pasos perdidos, vacilantes, escuetos, lejanos; entonces, me
llegó como un chispazo, la idea loca de que algún día pudiese escribir una
historia larga, larga, como una oda, una fábula, un gran poema que trascendiera
mis palabras, que llenara el espacio de un par de hojas y sólo entonces,
empezaría por describir…” (p. 34).
La soledad implica estar en un mundo difícil, el
libro trata de representar cómo transcurre la vida misma, específicamente durante
la pandemia 2020 y sus consecuencias para todo el género humano sin distinción.
Las escenas, acciones, inacciones, los seres fantasmales en que nos hemos
convertido, la realidad del abandono, la miseria de valores y solidaridad
extremas, el miedo al devenir, la posibilidad de muerte mucho antes de la
vuelta a la esquina.
Desde mi ventana
Las imágenes van
y vienen
en fantasmales
ecos
profundos
recovecos
horadan el alma.
Intranquila
la palabra
desalma
y deja en seco
la solemne tarde
de pandemia. (p. 36).
La forma es el fondo y el fondo es lo que trata
de mostrar: su estructura a la par de una sociedad que parece desmoronarse y
surgen pequeños esfuerzos para que no suceda aunque sucede. Nadie está exento
de ser afectado, no hay riqueza que lo evite, ni el espacio dónde protegerse,
solamente la naturaleza y el poder individual de cada uno de superar el
contagio al que indudablemente todos estamos expuestos y con la seguridad de
ser contagiados.
“El
olor a gasolina, aceites, llantos, pasos perdidos; la brisa untuosa por caminos
y veredas, el olor a miedo, sensación extraña para quien le sonríe la vida”. (p.
40).
Todo es un caos como en el Principio de la creación o inicio de la vida, la
pregunta es ¿de ese caos vendrá el orden en forma natural? ¿O nos cobrará la
propia naturaleza su destrucción por la obra humana? La industrialización
alimentaria, sintética, envenenada, inmoral, sobrevalorada, al alcance de unos
cuantos, desechada para el resto en migajas y sin valor, destructora de nuestra natural inmunidad y generadoras de otras pandemias asesinas silenciosas, todo eso nos
cobrará la factura.
Son interrogantes que subliminalmente nos cuenta la
historia, el discurso, la trama si es que los hay en este libro.
Es un deambular por momentos, encuentros y
desencuentros confusión consigo mismo.
“Me asomé a la puerta
desde la recepción del banco. Usaría el paraguas, me dije, pero no, no lo
traigo”. (p. 38)
Es vivir en el abandono por los demás quienes a su
vez buscan su propia salvación, es como el estar en una tumba donde se
enseñorea el olvido.
“Las sombras y rostros
figuran las angustias de un día por venir: intentos por entrar, ellos por
escapar, todos se escabullen entre sí”. P.38).
El lector se da cuenta de lo inútil que ha sido la vida,
por donde caminas y te encuentras fantasías creadas por personajes que salen a
la calle aparentando lo que quisieran ser sin serlo, es como huir de uno mismo sin lograrlo.
"Las copas recicladas en los labios, los
besos susurrando en los oídos, las carcajadas que humectan las caras, las
botellas compartiendo regurgitados tragos que retardan el vacío.
El amanecer y el hastío. La vastedad del
amor fraternal.
Vuelve pronto, hasta entonces…
Nunca más” (p. 42).
Son conjuntos, escenas, actos, teatro, farándula, pantomima, sketches, cine mudo, recorridos de la
cámara desde perspectivas distintas, visiones de camarógrafo del autor. “Compilación de paisajes que se atraparon en
momentos específicos que se fueron construyendo como se sintieron”.
“La Puerta se abrirá y en
su arrastrar consigo se llevará el reflejo que retrata la calle, tu silueta
rilará ante el dantesco trajinar a tus espaldas…”. P.
38).
Cada día puede ser una escena de teatro. Una
historia diferente al día anterior; una situación de miedo, ira, lamentación,
alegría, esperanza..., representada por una parodia, una comedia, un acto de magia y reflexión de la inutilidad espacio y tiempo para ocultar la realidad.
“Una mujer se tropezó con
él.
Hablando sola levantó la
voz, reclamándole a la vida su histeria hecha locura. Observo para ver si
hablaba con alguien o… ¡No!” p. 38).
La artista en un escenario vacío, gente que nunca
llega por vivir ensimismada en sus miedos a lo que pueda ocurrir en la calle;
el arte es lo de menos, las instituciones lo abandonan mucho antes y se permitirá
mucho después de los acontecimientos.
“Es casi la hora…
Si ésta es dos
horas antes de la hora anunciada.
La cantante se asoma hacia
el vestíbulo y ve con desesperación un par de moscas rondando un caramelo a
mitad de salón”. (p. 41).
La fábula de cada texto relata eventos imaginarios
y cómo se perciben sin ser realidad.
“Un
halo evanescente y el vapor a ras de suelo aplastado por el clima, da la
sensación de relatar un minigestuoso momento desapercibido para los demás”. P.
40).
Son visiones,
retratos, imágenes intentos de captar a los transeúntes desde perspectivas
distintas, movimientos de cámaras, elevaciones, tomas aéreas por drones inexistentes,
a ras de suelo, a través de los cristales, del reflejo de una gota de agua, a
través de la densidad de la brisa, desde dentro mismo de cada persona, objeto, ser
vivo vegeta lo animal; historias de personajes alrededor y dentro de cada
escena, spot, sketch, o sentimiento.
“…el
humor acuoso que deja la llovizna; el correr de transeúntes, hurgan en las
pisadas la prisa por llegar”. P. 40.
El teatro del instante, escenas en el umbral de un banco; un
mar de gentes deambula fuera burlando la pandemia, en realidad la pandemia se
burló de ellos irremediablemente morirá.
“La colina se inclina ante
el peso del convoy como si fuese un vaivén perseguido por la lejanía”. (p. 45).
La escena de un filme: una mujer hablando sola, un hombre
temeroso, el bullicio de la gente, el horror que ello implica; la brisa densa
que humedece los cristales, el reflejo de la puerta que ofrece una realidad
distinta, lóbrega; adentro, el dinero, los créditos que te ofrecen fantasías y
solo son yugos, deudas que te hacen más miserable.
“Miro
la entrada del banco.
Un
hombre ve cogitabundo a todos lados a través de la puerta sin atreverse a salir”.
(p.39).
Una serie de terror: Ver cómo la gente desaparece
a unos pasos, como si fuesen fantasmas de quienes enfermaron y morirán.
“Lo ajeno se hizo propio y lo nuestro, falacia; nos vemos como imanes
encontrados, rechazos, huidas entre sí, inútil escape”. (p. 61).
Observar cómo la gente pasa riendo, jugando con sus
niños, sin protección y en total descuido, respirando lo que la gente expira.
Francis, Becky, Irma, Memuz, Hébert, Yanine, Blanca, SanRo, El Tocos se mezclan con el recuerdo de la tía amada,
Rita Christensen que nos recibió en este mundo fronterizo; todos ellos dejaron hijos,
familia, amigos.
“Miro la calle, el bullicio de la acera, el humor vítreo se hace
fantasma. Nube. Vapor funesto. Se adhiere a la ropa, al resuello; al pelambre
del perro jalando la correa, a la chapa, a las paredes, al paso del auto que
ventea hasta mi ventana”. (p. 61).
Un teatro real del que el único director y
apuntador es la muerte y la soledad que ello implica sobre los cuerpos en la
tumba, o en las cenizas que alguien derramará algún día por el aire, esa es
la única realidad tangible del ser humano.
“Surgen caminos sinuosos
entre grandes rocas, cielos y precipicios y el ruido displicente de carriles de
acero y durmientes satisfechos atesoran las andanzas de viejos usos por la vía
serpentaria”. (p. 45).
Reintegrarse a un todo, como al final de la función
de la existencia.
Acto 1
“En la ignota distancia,
del espacio
y no tiempo
el reloj desglosa las horas.
¿Cuál será el verso instante?,
¿la lejana simetría
que encadena al pasado?” (p. 47).
De los personajes los únicos cuerdos son los poetas.
Cada obra de ellos es como actos de justicia a su lirismo.
“Surca
el alma
el
rostro y los adagios
la
eterna retórica
del
dios Cronos…,” (p. 52).
El poeta de la boina luchando contra el Alzhéimer irremediable,
contra la soledad y el olvido;
“Se calzó el vestuario que le permitiría estar a tono con su alta
investidura. Ensayó sus ademanes frente al espejo; una y otra vez leyó sus
versos para darle la concatenación exacta”. (p. 56).
el Sr. Trudó, de cuyo fragor de la vida se escapa
con su arte y ofrece aliento para los más miserables: particularmente los
acumuladores de cosas materiales.
“…cansado y taciturno; como si en los hombros llevara a cuestas cada
verso y prosodia del poema desgastado de su vida”. (p.31).
Cada personaje cree tener razón al igual que todos
los seres humanos.
Es la poesía, la que se incluye en todo, pero que le
da verosimilitud a la reflexión.
“…Las imágenes van y vienen
en fantasmales
ecos
profundos
recovecos
horadan el alma.
(p. 36).
Nos rescata. Nos vuelve a la cordura. Es la única teoría
del pensamiento capaz de definir todas las ciencias, porque es la esencia misma
del ser humano.
“El viento trasiega lamentos por las
aceras desoladas.
El anciano padre no encuentra
sosiego.
La realidad se oculta en lo
irracional de la mente”. (p. 69).
Ese hálito y fuerza de la primera expresión del individuo
al despertar su conciencia que lo separó de la animalidad.
“El viento confunde lamentos y el
fagot de la umbría imaginaria distrae las nubes, ulula los adioses”. (p. 70).
El novel y prehistórico poeta de la imagen, con sus dibujos en las cuevas; pequeño ante los animales
gigantescos, un ser mínimo que desarrolló el cerebro para igualar su poder y
dominio sobre la naturaleza. Desde que el hombre tergiversara la civilización como la manera humana y correcta de convivir y en su soberbia creó
las armas para autodestruirse o posesionarse de lo material, la poesía, desde entonces, intenta rescatarnos de la mayor estulticia que la estupidez ha generado en toda esta "civilización".
“Manerales
horolagios
ante
un planeta que fenece;
falsa
carátula que desfasa
cada
huella incinerante
del
verdugo;” (p.
50).
La misma poesía que irrumpe en la lógica para
buscar respuestas en lo ilógico de la metáfora y la multiplicidad de imágenes que
ofrece el libro…
“Cansan
los sueños repetidos
del
final que acecha a media noche
del
tictac ignoto del latido
que
las sienes exageran con espanto” (p. 81).
desentrañarlas les permitirá percibir la realidad,
para vivir su propia locura.
Guibelino
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