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sábado, 26 de septiembre de 2020

Visión de pandemia en Soledario, la novela rota

Visión de pandemia en Soledario, la novela rota

Guillermo Beltrán Villanueva

 

Al leer Soledario el lector se encuentra con una estructura caótica, al parecer displicente, banal; abunda en el drama lírico, sea la forma poética, teatral, cinematográfica, relataria o reflexiva. Al leerla se debe abandonar la idea de que se trata de una novela, ya que ésta se presenta como espasmos vivientes, momentos que se capturan según los acontecimientos en el entorno al autor. De cualquier manera, si la novela intenta representar un drama de la existencia, perdido el instante como única representación del tiempo, al igual que el espacio, esa no es la intención, si consideramos que cada ser viviente coexiste en medio de infinitas representaciones de sí mismo en cualquier instante de su existencia.

 

“Una lluvia pertinaz y el viento confundieron los pasos perdidos, vacilantes, escuetos, lejanos; entonces, me llegó como un chispazo, la idea loca de que algún día pudiese escribir una historia larga, larga, como una oda, una fábula, un gran poema que trascendiera mis palabras, que llenara el espacio de un par de hojas y sólo entonces, empezaría por describir…” (p. 34).

 

La soledad implica estar en un mundo difícil, el libro trata de representar cómo transcurre la vida misma, específicamente durante la pandemia 2020 y sus consecuencias para todo el género humano sin distinción. Las escenas, acciones, inacciones, los seres fantasmales en que nos hemos convertido, la realidad del abandono, la miseria de valores y solidaridad extremas, el miedo al devenir, la posibilidad de muerte mucho antes de la vuelta a la esquina.

Desde mi ventana

Las imágenes van y vienen

en fantasmales ecos

profundos recovecos

horadan el alma.

 

Intranquila

la palabra desalma

y deja en seco

la solemne tarde

de pandemia. (p. 36).

 

La forma es el fondo y el fondo es lo que trata de mostrar: su estructura a la par de una sociedad que parece desmoronarse y surgen pequeños esfuerzos para que no suceda aunque sucede. Nadie está exento de ser afectado, no hay riqueza que lo evite, ni el espacio dónde protegerse, solamente la naturaleza y el poder individual de cada uno de superar el contagio al que indudablemente todos estamos expuestos y con la seguridad de ser contagiados.

 

“El olor a gasolina, aceites, llantos, pasos perdidos; la brisa untuosa por caminos y veredas, el olor a miedo, sensación extraña para quien le sonríe la vida”. (p. 40).

 

Todo es un caos como en el Principio de la creación o inicio de la vida, la pregunta es ¿de ese caos vendrá el orden en forma natural? ¿O nos cobrará la propia naturaleza su destrucción por la obra humana? La industrialización alimentaria, sintética, envenenada,  inmoral, sobrevalorada, al alcance de unos cuantos, desechada para el resto en migajas y sin valor, destructora de nuestra natural inmunidad y generadoras de otras pandemias asesinas silenciosas, todo eso nos cobrará la factura.

Son interrogantes que subliminalmente nos cuenta la historia, el discurso, la trama si es que los hay en este libro.

Es un deambular por momentos, encuentros y desencuentros confusión consigo mismo.

 

“Me asomé a la puerta desde la recepción del banco. Usaría el paraguas, me dije, pero no, no lo traigo”. (p. 38)

 

Es vivir en el abandono por los demás quienes a su vez buscan su propia salvación, es como el estar en una tumba donde se enseñorea el olvido.

 

“Las sombras y rostros figuran las angustias de un día por venir: intentos por entrar, ellos por escapar, todos se escabullen entre sí”.  P.38).

 

 

El lector se da cuenta de lo inútil que ha sido la vida, por donde caminas y te encuentras fantasías creadas por personajes que salen a la calle aparentando lo que quisieran ser sin serlo, es como huir de uno mismo sin lograrlo.

 

"Las copas recicladas en los labios, los besos susurrando en los oídos, las carcajadas que humectan las caras, las botellas compartiendo regurgitados tragos que retardan el vacío.

El amanecer y el hastío. La vastedad del amor fraternal.

Vuelve pronto, hasta entonces…

Nunca más” (p. 42).    

 

Son conjuntos, escenas, actos, teatro, farándula, pantomima, sketches, cine mudo, recorridos de la cámara desde perspectivas distintas, visiones de camarógrafo del autor. “Compilación de paisajes que se atraparon en momentos específicos que se fueron construyendo como se sintieron”.

“La Puerta se abrirá y en su arrastrar consigo se llevará el reflejo que retrata la calle, tu silueta rilará ante el dantesco trajinar a tus espaldas…”. P. 38).

 

Cada día puede ser una escena de teatro. Una historia diferente al día anterior; una situación de miedo, ira, lamentación, alegría, esperanza..., representada por una parodia, una comedia, un acto de magia y reflexión de la inutilidad espacio y tiempo para ocultar la realidad.

 

“Una mujer se tropezó con él.

Hablando sola levantó la voz, reclamándole a la vida su histeria hecha locura. Observo para ver si hablaba con alguien o… ¡No!” p. 38).

 

La artista en un escenario vacío, gente que nunca llega por vivir ensimismada en sus miedos a lo que pueda ocurrir en la calle; el arte es lo de menos, las instituciones lo abandonan mucho antes y se permitirá mucho después de los acontecimientos.

 

“Es casi la hora…

Si ésta es dos horas antes de la hora anunciada.

La cantante se asoma hacia el vestíbulo y ve con desesperación un par de moscas rondando un caramelo a mitad de salón”. (p. 41).

 

La fábula de cada texto relata eventos imaginarios y cómo se perciben sin ser realidad.

 

“Un halo evanescente y el vapor a ras de suelo aplastado por el clima, da la sensación de relatar un minigestuoso momento desapercibido para los demás”. P. 40).

 

 Son visiones, retratos, imágenes intentos de captar a los transeúntes desde perspectivas distintas, movimientos de cámaras, elevaciones, tomas aéreas por drones inexistentes, a ras de suelo, a través de los cristales, del reflejo de una gota de agua, a través de la densidad de la brisa, desde dentro mismo de cada persona, objeto, ser vivo vegeta lo animal; historias de personajes alrededor y dentro de cada escena, spot, sketch, o sentimiento.

 

“…el humor acuoso que deja la llovizna; el correr de transeúntes, hurgan en las pisadas la prisa por llegar”. P. 40.

 

El teatro del instante, escenas en el umbral de un banco; un mar de gentes deambula fuera burlando la pandemia, en realidad la pandemia se burló de ellos irremediablemente morirá.

 

“La colina se inclina ante el peso del convoy como si fuese un vaivén perseguido por la lejanía”. (p. 45).

 

La escena de un filme: una mujer hablando sola, un hombre temeroso, el bullicio de la gente, el horror que ello implica; la brisa densa que humedece los cristales, el reflejo de la puerta que ofrece una realidad distinta, lóbrega; adentro, el dinero, los créditos que te ofrecen fantasías y solo son yugos, deudas que te hacen más miserable.

 

“Miro la entrada del banco.

Un hombre ve cogitabundo a todos lados a través de la puerta sin atreverse a salir”. (p.39).

 

Una serie de terror: Ver cómo la gente desaparece a unos pasos, como si fuesen fantasmas de quienes enfermaron y morirán.

 

“Lo ajeno se hizo propio y lo nuestro, falacia; nos vemos como imanes encontrados, rechazos, huidas entre sí, inútil escape”. (p. 61).

 

Observar cómo la gente pasa riendo, jugando con sus niños, sin protección y en total descuido, respirando lo que la gente expira. Francis, Becky, Irma, Memuz, Hébert, Yanine, Blanca, SanRo, El Tocos  se mezclan con el recuerdo de la tía amada, Rita Christensen que nos recibió en este mundo fronterizo; todos ellos dejaron hijos, familia, amigos.

 

“Miro la calle, el bullicio de la acera, el humor vítreo se hace fantasma. Nube. Vapor funesto. Se adhiere a la ropa, al resuello; al pelambre del perro jalando la correa, a la chapa, a las paredes, al paso del auto que ventea hasta mi ventana”. (p. 61).

 

Un teatro real del que el único director y apuntador es la muerte y la soledad que ello implica sobre los cuerpos en la tumba, o en las cenizas que alguien derramará algún día por el aire, esa es la única realidad tangible del ser humano.

 

“Surgen caminos sinuosos entre grandes rocas, cielos y precipicios y el ruido displicente de carriles de acero y durmientes satisfechos atesoran las andanzas de viejos usos por la vía serpentaria”. (p. 45).

 

Reintegrarse a un todo, como al final de la función de la existencia.

 

Acto 1

 

“En la ignota distancia,

del espacio

 y no tiempo

el reloj desglosa las horas.

 

¿Cuál será el verso instante?,

¿la lejana simetría

que encadena al pasado?” (p. 47).

 

De los personajes los únicos cuerdos son los poetas. Cada obra de ellos es como actos de justicia a su lirismo.

 

“Surca el alma

el rostro y los adagios

la eterna retórica

del dios Cronos…,” (p. 52).

 

El poeta de la boina luchando contra el Alzhéimer irremediable, contra la soledad y el olvido;

 

“Se calzó el vestuario que le permitiría estar a tono con su alta investidura. Ensayó sus ademanes frente al espejo; una y otra vez leyó sus versos para darle la concatenación exacta”. (p. 56).

 

el Sr. Trudó, de cuyo fragor de la vida se escapa con su arte y ofrece aliento para los más miserables: particularmente los acumuladores de cosas materiales.

 

“…cansado y taciturno; como si en los hombros llevara a cuestas cada verso y prosodia del poema desgastado de su vida”. (p.31).

 

Cada personaje cree tener razón al igual que todos los seres humanos.

Es la poesía, la que se incluye en todo, pero que le da verosimilitud a la reflexión.


“…Las imágenes van y vienen

en fantasmales ecos

profundos recovecos

horadan el alma. (p. 36).

 

Nos rescata. Nos vuelve a la cordura. Es la única teoría del pensamiento capaz de definir todas las ciencias, porque es la esencia misma del ser humano.

 

“El viento trasiega lamentos por las aceras desoladas.

El anciano padre no encuentra sosiego.

La realidad se oculta en lo irracional de la mente”. (p. 69).

 

Ese hálito y fuerza de la primera expresión del individuo al despertar su conciencia que lo separó de la animalidad.

 

“El viento confunde lamentos y el fagot de la umbría imaginaria distrae las nubes, ulula los adioses”. (p. 70).

 

El novel y prehistórico poeta de la imagen, con sus dibujos en las cuevas; pequeño ante los animales gigantescos, un ser mínimo que desarrolló el cerebro para igualar su poder y dominio sobre la naturaleza. Desde que el hombre tergiversara la civilización como la manera humana y correcta de convivir y en su soberbia creó las armas para autodestruirse o posesionarse de lo material, la poesía, desde entonces, intenta rescatarnos de la mayor estulticia que la estupidez ha generado en toda esta "civilización".

 

“Manerales horolagios

ante un planeta que fenece;

falsa carátula que desfasa

cada huella incinerante

del verdugo;” (p. 50).

 

La misma poesía que irrumpe en la lógica para buscar respuestas en lo ilógico de la metáfora y la multiplicidad de imágenes que ofrece el libro…

 

“Cansan los sueños repetidos

del final que acecha a media noche

del tictac ignoto del latido

que las sienes exageran con espanto”  (p. 81).

 

desentrañarlas les permitirá percibir la realidad, para vivir su propia locura.


Guibelino

 

 


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