Trozos de mi libro Soledario
Tal vez la pluma cansada
de tatuar el alma
refleje al fin
una especie rara del lenguaje;
busque el sonido
y no la sombra,
para emular entonces,
la terrible soledad de mi silencio.
Introito
(“—Acerqué la mirada a las
imágenes traslucidas por el agua y el cristal que narraban nuevas historias del
trajinar del mundo, para que yo las tradujera, con letras duras, tristes, desde
mi soledario…”).
A dos casas
El viento trasiega lamentos por las
aceras desoladas.
El anciano padre no encuentra
sosiego.
La realidad se oculta en lo
irracional de la mente.
Los nietos plañen.
La madre-abuela incierta al devenir.
Sólo una bolsa roja.
Sin esquela.
…Adiós.
Tu
rostro
disfrazado de versos impensados
luce
como lunas desgajadas
la
sombra niega la distancia
como égloga cautiva
del antiguo verso.
Proscenio
Es casi la hora…
Si ésta es dos
horas antes de la hora anunciada.
Se asoma hacia
el vestíbulo y ve con desesperación un par de moscas rondado un caramelo a
mitad de salón.
Se ríe.
Carraspea su
garganta para humedecerla, pero sólo logra mojar su tristeza.
Acto 1
En la ignota distancia,
del espacio
y no tiempo
el reloj desglosa las horas.
¿Cuál será el verso instante?,
¿la lejana simetría
que encadena al pasado?
I
El
tiempo deconstruye al hombre
mientras
el reloj camina
en
esta tierra
Sus
manecillas asidas
al
no tiempo lo desgarran.
Manerales
horolagios
ante
un planeta que fenece;
falsa
carátula que desfasa
cada
huella incinerante
del
verdugo;
Flora
y fauna
sustituida
por desiertos
que
el sátrapa desnatura
en
su avaricia.
Acto 2
Niebla
la luna
y el
sendero difumina
niega exhumar
el halo
triste y la inocencia.
El humor vítreo
del
reloj ya no refleja
la
oculta ansia
que
extravía la indulgencia.
III
Cuando al recuerdo
lo abrumen los olvidos
y el dolor de no recordar
los recuerdos se disipen.
la nada implacable
desviará la medida
de la línea diversa
del pasado en el presente.
Cuántas caricias
traerá al ahora la distancia
de aquel diverso
avatar que ya no existe
y dará ambiguo
nombre a la fragancia
que disipe inexorable
el no tiempo.
Tal vez si insiste
la palabra en el ocaso
y exhuma la vieja huella
entre las nubes
para darle forma a la armonía
y al viejo canto
de la ignota rima
que el tiempo desvanece
y dejar presente
la voz de mi poesía...
Acto 3
La vieja Luna
suspira su
impaciencia
en la ignota
historia
que precede
el final de su
existencia.
La silueta
La mirada imperdible desde la azotea.
(Camina).
Las huellas del cansancio de acorazar
pandemias.
El
techo se desgaja. Cruje. Se filtra la lluvia impertinente. Baldes, botes,
ollas.
(Adelgaza su silueta).
La cubeta se disfraza y me hiere las
costillas. Pujo. El último esfuerzo logra la cornisa. La deslizo. La empujo por
el techo desvencijado. Un dolor contumaz tremolina mis piernas y me acuchilla.
(Detiene el paso).
¡Ah, la navaja para
abrir! No sé.
Mis dedos como garras
intentan lo imposible.
Dos de ellos terminan
tumefactos.
(Voltea hacia mí).
Miasmas de aves en
caída libre. Seca. Polvo disperso.
Deslizo la escobilla.
Impermeabilizo.
Interminable espacio
para mis dolencias. Engaño a cada brazo, espalda, dorso.
Apuro la tarea.
(Sonríe).
Prorrogo las goteras
de la viniente lluvia.
(Se va).
Acto 4
Amarillas las corolas
se asoman
solidarias,
entre pino y muro
que abrevan su fragancia.
Heliotropismo fugaz
que desgaja
primaveras
como nunca más
en su particular
endemia.
Sombras
El cristal de la puerta
dibuja las imágenes, Las personas se miran. Se rechazan. Un halo de tristeza
finge los adioses.
Las
sombras y rostros figuran las angustias de un día por venir: intentos por entrar,
ellos por escapar, todos se escabullen entre sí.
Las
luces de emergencia distorsionan las imágenes y los llantos se fugan por
doquier.
Un
hombre ve cogitabundo a todos lados a través de la puerta sin atreverse a
salir.
Otro
se acerca para entrar.
Observo
a ambos. Rara coincidencia, pienso. Visten igual. Sus rostros, igual…
Acto 5
Las imágenes van
y vienen
en fantasmales
ecos
profundos
recovecos
horadan el alma.
Intranquila
la palabra
desalma
y deja en seco
la solemne tarde
de pandemia.
La umbría imaginaria
Y la muerte aún sin permiso ronronea
los espacios.
El viento confunde lamentos y el
fagot de la umbría imaginaria distrae las nubes, ulula los adioses.
Hace apenas dos lunas, las risadas de
la calle,
el bullicio, dispersaron alhelíes y
fragancias.
Hoy, vacíos en las almas y en el
pecho.
Hoy, un mundo incierto.
Promesas incumplidas del antaño.
Sin mañana.
Sin ayer.
Hoy.
Las aristas dispersas
por el aire
disertan airosas melodías
triza el fuego que acorta la distancia;
como suave maremágnum,
la calle se disfraza.
Acto 6
Los silencios se ven unos a otros
—se evaden—
Sonidos sin sombra
Canciones sin huella
en el ignoto misterio de levante
de no saber si el hoy ciclará 24 horas
o si acaso
apenas un suspiro.
Sensación extraña
Un
halo evanescente y el vapor a ras de suelo aplastado por el clima, da la
sensación de relatar un minigestuoso momento desapercibido para los demás.
Se
encoge de hombros, limpia los espejuelos y busca en los alrededores por dónde
escapar de sus fantasmas.
El
viaje se acortaba en el tiempo, apenas iniciaba la primavera del 2020. Fría
como nunca. Triste.
En el
mundo las alarmas crecían y la indiferencia y el desgano las diluían.
VI
Los cielos sin luz se acercan.
Las aves sin vuelo abundan en el sueño.
La hormiga trepadora horada el suelo
—hace la tarea—
que el dios Cronos manda.
Aunque en el mar el murmullo yazga
imaginando el final del arcoíris
la nube que llora gota a gota
—desahucia esperanzas—
en el venero que el sol agota.
El silencio vaga
Aun cuando el susurro oprobia
—aterido cuerpo—
que la tierra agobia
en la inmensidad de la nada.
La
mañana sin destello
el
ojo mira al interior del viaje
El no saber si ayer…
fue
la última alborada.
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