Presentación
Noemí Hernández de Valdivia
Maripoza
Monarka
Magdalena,
México.
Quiero correr el telón literario para presentar esta extraordinaria
obra: Soledario, de la que aún guardo el grato sabor con el que ha
deleitado mi alma poeta y bohemia.
Así́ mismo, agradecer a
su autor, mi admirado maestro y amigo Guillermo Beltrán Villanueva su
confianza para introducir al público a la lectura de "Soledario".
Estimado lector, este
libro no tiene el objetivo de romper la rutina de una cuarentena que ya dobló
el número de sus días, aunque definitivamente es lo primero que hará́ cuando lo
pongas en tus manos. Pasará́ que tus
ojos llenarán de emocione tu corazón y, una amalgama de sentimientos
encontrados florecerá en el yermo de tu confinamiento. Sin embargo, conforme te
vayas empapado de esta lluvia de versos, de este torrente de poemas... tú
mismo encontrarás en cada estructura Poética la razón de ser y muy probablemente
la de tu propio ser.
'Soledario" se tiene que leer desde el principio, sin
saltarse las páginas. Pues es la secuencia misma del proceso de un alma que
primero puede identificarse y definirse, cobijarse bajo la lluvia o imaginar un
gesto debajo de un viejo y gran sombrero..., para luego seguir abrigando la
esperanza de la vida en medio del fúnebre ambiente donde se extiende una
pandemia inmisericorde, que se ha salido
de control, que no toca puertas, que no sabe de clases..., que lleva la mezcla
de la epidemia y la interrogación a flor de piel en cada uno de sus muertos y
sus vivos, porque de pronto es el golpe que apaga la sonrisa, el brillo ocular
de una vida joven, o es la celebración de una vida que resucita casi del polvo
de ese monstruo que no pudo llevarse a la anciana abuela que se deja morir,
pero no, la pandemia no la pudo agregar a su siniestra estadística.
"Soledario" te llevará también, a caer en cuenta que el Supremo Ser Creador
es el único auxilio, al que tenemos acceso en este “Valle de sombra y
muerte" donde Guillermo Beltrán Villanueva anida su
palabra para decir:
"Esta
piedra convertida en versos,
polvo de silencio,
canto
y soledad que duele,
y
que hoy enfrenta el poeta
ante
la pandemia...
¿Para
construir su ideal?"
Estaba deleitándome con
el relato profundamente triste, dónde Guillermo describe la ternura de su
nieta, que al verlo llorar por un alma que había emprendido el vuelo (a causa
del Covid-19) sintió como su manita enjugaba aquellas lágrimas que denunciaban
su dolor e impotencia ante tan aciagas circunstancias.
Este dolor le impelía a
escribir sobre ese deceso y nacía en ese preciso momento su poema:
"La sortílega
mano
Llena
de enigmas
Disfruta
del encanto
que la nada dispone…"
y yo, que ante el magno
dolor producido por esa cita inevitable que tiene el ser humano y aquel cilicio
de mi amigo endulzado por aquella pródiga mano de su nieta, que por un momento
quito de su pensamiento ese encuentro con "la sortílega mano", solo
pude atinar a teclear estos humildes versos, como para desafiar el silencio
fúnebre que me envolvía al leer aquel doloroso relato:
Una
prodiga mano tocó mi rostro
y
enjugó aquel torrente de mi tristeza
si
sus labios hablarán como sus ojos.
¡Qué
mensaje del cielo! ¡Cuánta belleza!
Se
quedó suspendido el verso doliente
y
colgando del vuelo de un alma buena
mientras
el río salado de mis vertientes
Bañaba
el paliativo de mi condena
¡Oh
bella y mágica providencia!
¡Oh,
gran tesoro que he de llevarme!
prodiga
mano de la inocencia
siempre
mi llanto ven a enjugarme.
Noemí Hernández de
Valdivia
Soy nacida en 1960 en Magdalena, Sonora.
Contadora, técnica en
Informática. Diplomada en Promotoría Cultural, Luchadora Social...
Escribo poesía y prosa
desde los 8 años. Tengo algunos centenares de poemas, más de 50 recitales
dentro y fuera del país. Participaciones en diferentes medios de comunicación.
Tengo 4 CD's con poemas y un libro y sigo dándole.
Es lo que soy y no
gracias a mí, sino a mi Creador y Señor Jesucristo que me ha puesto en un
camino dónde es más lo que recibo que lo que doy. Un camino dónde la
interacción con mis semejantes me es indispensable y Retro alimentaria y qué
mejor muestra que esta anécdota literaria entre el maestro Guillermo Beltrán
Villanueva y Yo.
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