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lunes, 20 de julio de 2020

Prólogo al libro: “El milagro desde el infierno”

Prólogo al libro: “El milagro desde el infierno”

 

 De Luis Ortega

 

Al leer el Milagro desde el Infierno,  te quedan sensaciones y sentimientos encontrados. (Como si éstas dos palabras no tuvieran un origen común).  Por un lado, te da la sensación de ser un texto con muchos problemas de redacción, falta de oficio literario del autor y el uso de un tema bastante utilizado y por lo tanto ya agotado. Por otro lado, a fuerza de insistir, de tratar de llevar la ilación del texto, en cuanto a la trama y la historia, sientes que ésta se te escapa de tus manos, se desvía o te lleva a otros asuntos.

Es un texto difícil, desde luego. Pero hay algo en él que te incita a retomarlo, a terminar de leerlo y darte para sí respuestas, muchas de ellas no encontradas en la trama a flor de piel sino como pistas, detalles, notas, frases, que te permiten encontrar ese sentido, esa sensación, ese sentimiento que al final de una lectura te llena de respuestas y te da elementos para un análisis más serio.

Luis Ortega es uno de esos escritores raros que leen poco o más bien no leen, pero a quien no le es necesario para escribir. Lo que escribe es resultado de su propia experiencia, de su propia concepción de la vida y con ello adquiere la capacidad de narrarnos su mundo, su pequeño universo, que al fin y al cabo constituye parte representativa del universo literario.

Dicen que los escritores debieron haber leído bastante para escribir de esa manera. Yo difiero de ese requerimiento, pues muchos de los grandes escritores lo hicieron desde una mazmorra, en una isla recóndita, en un mundo adverso donde carecía de su propio entorno, civilización, lenguaje y costumbres; fueron capaces de anotar sus tribulaciones y posteriormente, transcribirlas y convertirlas en las obras de arte literario que nos legaron.

El Milagro desde el infierno llegó a mis manos, en una época en que las actividades literarias me absorbían totalmente; la lectura de muchos textos, así como la creación de diversos talleres de lectura con niños, jóvenes y adultos. Sin darle mucha importancia y al enterarme del tema, quiero decir que lo hice a un lado para continuar con mi trabajo.

Era un texto que me exigía mucha paciencia, pues la redacción a manera de domi o borrador era pésima y el lenguaje, para mi gusto, vulgar y soez, no me parecía que se ubicara dentro de los cánones elementales de un vocabulario atribuido a los personajes de una novela, como lo hizo Carlos Fuentes al narrarnos   La muerte de Artemio Cruz.

Quise compartirla en los talleres y me fue rechazada por los lectores. Fue criticada duramente desde la Introducción, la cual no decían absolutamente nada, como crítica literaria ni presentación de la obra, sino como una serie de auto alabos   y un análisis sin base crítica.

Una Dedicatoria muy personal que no aportaba nada a la obra, sino que la empobrecía. Todo esto lo comenté con el autor y estuvo de acuerdo con los comentarios, aceptando con estoicismo y ávido de aprender de nuestra dura crítica. Esto me enseñó a respetarlo como persona y como escritor. Empecé a leer el texto y poco a poco me fui interesando. Analizar, criticar y entender el gran esfuerzo y dedicación para escribir sus memorias no me fue fácil, mas poco a poco entendí el afán de Luís por dar a conocer su experiencia; la miseria, el abuso, el escarnio que los adultos practican con mujeres, niños y otros adultos; es decir,   los más débiles, hechos que se traducen en un devenir interminable, como si la vida fuese un círculo sin principio ni fin. Comprendí su actitud filosófica que la vida le enseñó.

Más sentí que algo tenía de interesante y, por supuesto, no lejos de la idea de que “con algunos pequeños cambios, con la eliminación de algunas palabras soeces y con ligeras modificaciones en la trama, podría transformarse en una novela de mejor calidad”.

Esto lo platicamos muchas veces con Luis Ortega. La respuesta fue muy interesante. No a los cambios en la redacción en cuanto a las ideas, no a cambios en la trama, solamente corrección gramatical.

Cuando un escritor cree en lo que hace, tiene mucho valor y mucho de verosimilitud y más, como en el caso de Luís, que asegura que es un testimonio de su propia vida y por lo tanto no es susceptible de cambio, de la misma manera que no podemos cambiar nuestra propia vida pasada, ni nuestro propio presente resultado de nuestras vivencias.

Ahondando la novela, su historia nos recuerda el mundo de los narradores del Realismo Mágico Mexicano. La historia del hombre miserable que es capaz de sobrevivir a su propio destino.

En el texto leemos la vida del mexicano emigrante a un país extraño y rico que, para sobreponerse, tiene que aprender de nuevo un idioma y costumbres completamente diferentes, sin olvidar sus raíces y mucho menos la familia.

El padre de Luís regresa solamente a encontrarse con su destino. Llega como todo emigrante que ha sido absorbido por otra cultura y trata de demostrar su capacidad de adaptación y dominio. Pronto la desesperanza se apodera de la propia familia al ser asesinado el padre, quien tenía el propósito de llevar a la familia a compartir el Sueño Americano, convirtiendo éste,  en una pesadilla mexicana.

Lo que parecía un principio y un final feliz, se convirtió en el inicio de un drama de miseria y degradación humana, con la pronta muerte del personaje central que al final, sólo era un recuerdo triste de lo que pudo ser.

A partir de ese momento los personajes se suceden mágicamente en cada escena narrada, pero como reflejo del padre, cuya ausencia marcó para siempre, a los demás protagonistas.

El principio de la anécdota es confuso, el autor narra el encuentro de los abuelos y en lugar de hablar de los personajes con nombre y apellido los recuerda como abuelos y abuelas y tías que pudieron ser abuelas.

La invención de apellidos deformados a partir del original nos presenta un remedo de recreación que confunde al lector. Esto nos recuerda nuestro origen como mexicanos y nos muestra nuestra esencia como latinoamericanos: ora indígenas, ora españoles, mestizos, mulatos, criollos, etc.

Pronto nos damos cuenta de la existencia de una mujer dominante y malvada que es capaz de dañar a sus propios consanguíneos, como renegando de su condición mestiza. Personaje necesario en todo drama para lograr el justo equilibrio entre el bien y el mal.

La abuela malvada cumple muy bien su función como lo hace Judas, la reina Victoria, Lucrecia Borgia,  la abuela de Eréndira o cualesquiera ascendientes, que se precie de pertenecer a una elite distinta a su descendencia, los cuales no tienen el derecho ni siquiera de nacer.

El abuelo en cambio es un dechado de bondad o parece serlo, ante los embates de la abuela cruel. “Dejar hacer, dejar pasar”, no es necesariamente un acto de bondad que se recuerde como tal, sino como un acto de irresponsabilidad que daña a todos por igual y cuya pasividad, posteriormente es reprochada por las víctimas de la historia.

Según nos narra el autor en el primer capítulo, el abuelo y muchos otros vinieron desde España a México, para apoyar La Guerra Cristera. Aunque la fecha aludida se refiere a 1936 cuando mataron a muchos rebeldes junto con el jefe, un tal Lauro, La Guerra de los Cristeros, conocida como tal, sucedió entre 1926 y 1929, bajo los gobiernos de Calles,  Obregón (presidente electo para un segundo período, quien fue asesinado antes de tomar el poder) y Emilio Portes Gil (Pelele de Calles quien gobernaba tras bambalinas).

Esta etapa culminó con un acuerdo entre el gobierno mexicano y el Vaticano, quien no apoyó abiertamente el movimiento. (Roma nunca rompió el silencio, excepto para negar que se hubiese dado la bendición a los combatientes. Más aún, el Papa había disuelto el comité de obispos mexicanos en Roma, y declaró que tanto los obispos como los sacerdotes se debían de abstener de darle asistencia moral o material a los rebeldes. La actitud del Vaticano, de sólo esperar ante los acontecimientos, pasó a ser oposición al levantamiento armado en el verano de 1926, porque entorpecía las negociaciones que se llevaban a cabo primero con Obregón y después con Calles. El Nuncio Apostólico, Fumasoni Bondi, quería incluso que los obispos condenasen a la Liga y a los cristeros públicamente.) En realidad, La Guerra de los Cristeros continúo hasta 1938, con apoyo de la Falange Española,   organismo militar franquista, que mandó un gran número de españoles a pelear por la causa cristera, apoyada fuertemente por el Fascismo, el Nazismo y la Falange (José Antonio Primo de Ribera, decía: "Tenemos la voluntad de un imperio y afirmamos que el legado histórico de España es el imperio. . . En cuanto a los países Latinoamericanos, nos proponemos estrechar los vínculos de la cultura, los intereses económicos y del poder. España sostiene que es el árbol espiritual del mundo español como reconocimiento de sus empresas universales. Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio del país. . . Nadie participará a través de los partidos políticos. La línea del partido será eliminada sin misericordia. Desde el punto de vista económico nos imaginamos a España como un sindicato de productores gigantesco. Repudiamos el sistema capitalista... . . También repudiamos el marxismo. . . Nuestro movimiento encarna un sentido de vida católico —la tradición gloriosa y predominante en España— y lo incorporaremos a la reconstrucción nacional".).

 Al término del conflicto armado, estos conformaron un ala del Sinarquismo Religioso de Gómez Morín (Gómez Morín, el fundador del PAN, fue presidente del Banco de México durante el Gobierno de Plutarco Elías Calles y, desde esa posición, financió el movimiento que procuraba poner a Vasconcelos en la Presidencia de México.), en oposición al Sinarquismo Socialista de Vicente Lombardo Toledano (José Vasconcelos fungió como secretario de Educación Pública de 1920 a 1924. Contra él y sus planes educativos fue que organizaron a los cristeros, a favor de una educación "católica". Y, no obstante, la revista Timón del "liberal" Vasconcelos era financiada por la compañía alemana Transozean GmbH, uno de cuyos directores era Hjalmar Schacht, el hombre de la oligarquía financiera angloamericana en Alemania responsable de llevar a Adolfo Hitler al poder) antiguos profesantes de un Sinarquismo Común.

El tal jefe Lauro se refiere a Lauro Rocha, quien fue aprehendido en 1936, aunque el movimiento siguió una segunda insurrección de 1934 a 1938.

Los objetivos del brazo armado de la Cristiada rindieron sus frutos siendo carne de cañón y mártires para los verdaderos dirigentes católicos que luchaban por la eliminación de los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de La Constitución de 1917, que restringía la actividad del Clero.

Cuando este movimiento se redujo a lo político con la formación del Sinarquismo Nacional Mexicano por el apologista de La Falange de Franco: Salvador Abascal C En cuanto a Franco, dice Abascal: "siempre he considerado yo que la salvación de México está en reafirmar su espíritu católico, su tradición católica, y como ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España) y la transformación en partido político por Gómez Morín, (El órgano oficial de La Falange mexicana se llamaba Hispanidad. Contaban con otras publicaciones, como el semanario El Sinarquista, publicado por el movimiento sinarquista operado por La Falange; La Nación, un semanario publicado por Gómez Morín y Alfonso Junco, el principal apóstol de la Hispanidad en México.

El Partido Acción Nacional (PAN), formado poco después de que apareció La Falange en México, era el partido fascista dirigido por Gómez Morín. Su programa llamaba por un Estado corporativista y La Hispanidad absoluta, estaba subsidiado por la Falange Española.) el PAN.

 Ahora, con sus mártires canonizados y los descendientes sinarquistas gobernando el país, nos han demostrado al correr de los años que el que persevera alcanza, Salvador Abascal, descendiente, está dentro del gobierno de Vicente Fox y del Partido Acción Nacional.

Volviendo a la historia de la novela, el abuelo pronto se estableció en las costas de Michoacán, basando su fortuna en un tesoro de monedas de oro; su trabajo con las tierras que adquirió en los tiempos de Lázaro Cárdenas y la creación de una gran hacienda donde indígenas y amos españoles revivían los tiempos de prosperidad de La Nueva España, contradictoriamente reivindicada tras la derrota cristera y finiquitada por el Cardenismo.

Así transcurre la vida pueblerina sin más acontecimientos que las disputas y diferencias acrecentadas por las mujeres, quienes traían: “el diablo entre las piernas”, por los conflictos mortales que sucedían al tener relaciones extramaritales, con los varones de las familias enemigas que dividía el río del pueblo. Pronto ese río fue el inicio de transformaciones y representaciones del mal como dice el autor.

En el capítulo: Sin mi padre, nos cuenta el martirio que sufre esta familia después de ser asesinado el padre, en la fiesta donde se presentaba como cantante. Pronto la viuda es despreciada por la propia familia, ante la carga que representaba mantenerla. Abusos, violaciones y un embarazo ilegitimo la obligó a repartir los hijos y abandonarlos a su suerte, bajo la promesa de que regresaría pronto.

En La búsqueda, la miseria se acrecienta, así como el alejamiento total con los abuelos y parientes y la tierra que los vio nacer, para encontrarse con su destino.  ¿A qué se refiere la búsqueda? Esta idea universal se repite en la literatura y corresponde a la búsqueda de El paraíso Perdido; El Edén,   La Tierra Prometida o uno mismo.

 Ésta búsqueda no se ve lograda la mayoría de las veces, hasta el regreso del personaje. Vemos el tema repetido como la historia de Ulises, o la de Pedro Páramo, pero al revés, ya que en éste último la búsqueda se da a través del hijo; también en la leyenda de El Judío Errante.

Todos ellos no son otra cosa, en las diversas culturas, más que un proceso, donde el nomadismo se transforma en sedentarismo; en migración permanente que culmina en la desaparición de civilizaciones, para emerger otras, en una búsqueda permanente de la identidad del ser humano.

Desde luego, a nuestros personajes de la novela, no les va nada bien, mas no es necesario. El tema de esta búsqueda estriba en la conformación de cada elemento humano, en su transfiguración; en el recorrido sobre esa barca de Dante Alighieri a través del infierno.

 Este trashumar, lo representa el camino hacia el pueblo; el encuentro con los hermanos bastardos; la prostitución de la madre para sobrevivir; la disolución familiar de parte de la madre, para salvar su relación marital y, el abandono de los hijos para que se encuentren con su destino.

A partir de allí los protagonistas se sumergen en su verdadero infierno: la propia vida, el abandono, el abuso y la maldad profesada por un pueblo acostumbrado a la miseria extrema, al radicalismo religioso, al fanatismo,  la hipocresía, todos ellos antagonistas de la historia que enriquece la lucha de contrarios entre el bien y el mal.

No faltan los elementos demoníacos que dramatizan el calvario de los protagonistas: las bestias paranormales, el ulular del viento,  la destrucción de la casa que los cobijaba; la expulsión de la misma, todos estos representando al mal que los agobia.

En Maldición, llega el clímax de la historia, donde el mal logra vencer la resistencia de los protagonistas, particularmente al personaje principal, quien, de víctima, pasa a ser el depredador más sobresaliente, victimizando por igual a bestias, aves, personas y, transformando su mentalidad hacia la maldad como justificación espiritual y material; es decir, para sobrevivir: había que luchar y vencer con las mismas armas que lo habían ultrajado.

En Mensajes Inadvertidos, parece empezar la conclusión del drama, cuando el personaje se encuentra ante la naturaleza y parece reconocer, primero, la maldad de su vida; la respuesta a todos los fenómenos paranormales relacionados con lo demoníaco y, el razonamiento y la intromisión de la conciencia para diferenciar el bien y el mal.

Esta actitud fue preparada en el capítulo anterior, al encontrar la oportunidad de venganza contra los pocos familiares que participaron en la muerte del padre.  La lumbre que lo persigue en su camino representa esa conciencia que empieza a interferir su pensamiento y lo motiva a hacerlo discernir, esto le permite diferenciar su pasado y su presente, aún dolorosos.

Los accidentes y apariciones; la trasformación de la luz roja que brota de los ojos de un burro se transforma en la luz que aclara su pensamiento; la aparición de vientos y remolinos, trasformados en quieta calma; la inmovilidad que lo petrificaba y, el vencimiento del dolor, al lograr mover sus articulaciones y escapar de la huisachera; el reencuentro con los hermanos que termina en jolgorio y diversión como cuando niños. Es decir: vuelta a la inocencia.

En Milagro desde el Infierno nos encontramos con una historia muy extraña, en donde el personaje es testigo de un robo, el encuentro con una niña abandonada y la aparición del mal. Todos estos acontecimientos son fundamentales para el desenlace de la trama.

Aunque ésta se refiere a la aparición del demonio para llevarse a l infierno al ladrón y asesino, a una niña inocente y tal vez, al protagonista, todos estos acontecimientos convierten la atmósfera: densa y surrealista.

Una serie de psico autoanálisis; de búsqueda de respuestas; de encuentros con la “bestia que parecía caballo”, en medio de una calle desolada; otra vez, con ojos rojos revelados en ese párrafo, el cual dice: Momentáneamente recordé todo lo que había vivido hasta ese instante (Capítulo final:  Milagro desde el infierno.  pp 143 del ejemplar de muestra.), no es otra cosa que el encuentro consigo mismo.

Por fin, se materializa el mal ante el personaje, no sin antes aludir la existencia de una niña, por la que disputa contra el mal y el rogar por su salvación, después de discusiones, de interpretaciones teológicas con el demonio, logra la trasformación de éste como   un hijo más del creador, trata de  reconciliarse con la Divinidad, al hacer un acto de bondad hacia la niña, al verla tan pura e inocente: le movió el pelo de los ojos con mucho cuidado y con su cuerpo le tapó la lluvia que le caía en la cara…

Lo que siguió después fue el enfrentamiento consigo mismo. El encuentro con la inocencia perdida, el despertar de la conciencia sobre el bien y el mal y, el despertar de la pesadilla de esa noche.

Mas lo más importante, fue haber despertado de la inconsciencia de su propia existencia, de su pesadilla que había sido su infancia y su juventud,  con su poder de regeneración: En ese instante sentí que un rayo de luz me quemaba la cara, dice. La pesadilla que había sido su vida había concluido: el ruido del radio de los vecinos se escuchaba como siempre y poco a poco fui reconociendo el lugar donde me encontraba (Este es el final de la historia, agregar algo más sería intrascendente. El prologuista).

El verdadero milagro desde el infierno había sido esa transformación y ese reconocimiento de lo sublime, de la bondad y de las posibilidades de regeneración del ser humano.

30 de noviembre de 2006


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