Prólogo al libro: “El milagro
desde el infierno”
De Luis Ortega
Al leer el Milagro desde el Infierno, te quedan sensaciones y sentimientos
encontrados. (Como si éstas dos palabras no tuvieran un origen común). Por un lado, te da la sensación de ser un
texto con muchos problemas de redacción, falta de oficio literario del autor y
el uso de un tema bastante utilizado y por lo tanto ya agotado. Por otro lado,
a fuerza de insistir, de tratar de llevar la ilación del texto, en cuanto a la
trama y la historia, sientes que ésta se te escapa de tus manos, se desvía o te
lleva a otros asuntos.
Es un texto difícil,
desde luego. Pero hay algo en él que te incita a retomarlo, a terminar de
leerlo y darte para sí respuestas, muchas de ellas no encontradas en la trama a
flor de piel sino como pistas, detalles, notas, frases, que te permiten
encontrar ese sentido, esa sensación, ese sentimiento que al final de una
lectura te llena de respuestas y te da elementos para un análisis más serio.
Luis Ortega
es uno de esos escritores raros que leen poco o más bien no leen, pero a quien
no le es necesario para escribir. Lo que escribe es resultado de su propia
experiencia, de su propia concepción de la vida y con ello adquiere la
capacidad de narrarnos su mundo, su pequeño universo, que al fin y al cabo
constituye parte representativa del universo literario.
Dicen que los escritores
debieron haber leído bastante para escribir de esa manera. Yo difiero de ese
requerimiento, pues muchos de los grandes escritores lo hicieron desde una
mazmorra, en una isla recóndita, en un mundo adverso donde carecía de su propio
entorno, civilización, lenguaje y costumbres; fueron capaces de anotar sus
tribulaciones y posteriormente, transcribirlas y convertirlas en las obras de
arte literario que nos legaron.
El Milagro desde el infierno
llegó a mis manos, en una época en que las actividades literarias me absorbían
totalmente; la lectura de muchos textos, así como la creación de diversos
talleres de lectura con niños, jóvenes y adultos. Sin darle mucha importancia y
al enterarme del tema, quiero decir que lo hice a un lado para continuar con mi
trabajo.
Era un texto que me
exigía mucha paciencia, pues la redacción a manera de domi o borrador era
pésima y el lenguaje, para mi gusto, vulgar y soez, no me parecía que se
ubicara dentro de los cánones elementales de un vocabulario atribuido a los
personajes de una novela, como lo hizo Carlos Fuentes al narrarnos La muerte de Artemio Cruz.
Quise compartirla en los
talleres y me fue rechazada por los lectores. Fue criticada duramente desde la Introducción, la cual no decían absolutamente nada, como
crítica literaria ni presentación de la obra, sino como una serie de auto
alabos y un análisis sin base crítica.
Una Dedicatoria muy personal que no aportaba
nada a la obra, sino que la empobrecía. Todo esto lo comenté con el autor y
estuvo de acuerdo con los comentarios, aceptando con estoicismo y ávido de
aprender de nuestra dura crítica. Esto me enseñó a respetarlo como persona y
como escritor. Empecé a leer el texto y poco a poco me fui interesando.
Analizar, criticar y entender el gran esfuerzo y dedicación para escribir sus
memorias no me fue fácil, mas poco a poco entendí el afán de Luís por dar a
conocer su experiencia; la miseria, el abuso, el escarnio que los adultos
practican con mujeres, niños y otros adultos; es decir, los más débiles, hechos que se traducen en
un devenir interminable, como si la vida fuese un círculo sin principio ni fin.
Comprendí su actitud filosófica que la vida le enseñó.
Más sentí que algo
tenía de interesante y, por supuesto, no lejos de la idea de que “con algunos pequeños cambios, con la
eliminación de algunas palabras soeces y con ligeras modificaciones en la
trama, podría transformarse en una novela de mejor calidad”.
Esto lo platicamos
muchas veces con Luis Ortega. La respuesta fue muy interesante. No a los cambios
en la redacción en cuanto a las ideas, no a cambios en la trama, solamente
corrección gramatical.
Cuando un escritor cree
en lo que hace, tiene mucho valor y mucho de verosimilitud y más, como en el
caso de Luís, que asegura que es un testimonio de su propia vida y por lo tanto
no es susceptible de cambio, de la misma manera que no podemos cambiar nuestra
propia vida pasada, ni nuestro propio presente resultado de nuestras vivencias.
Ahondando la novela, su
historia nos recuerda el mundo de los narradores del Realismo Mágico Mexicano.
La historia del hombre miserable que es capaz de sobrevivir a su propio
destino.
En el texto leemos la
vida del mexicano emigrante a un país extraño y rico que, para sobreponerse,
tiene que aprender de nuevo un idioma y costumbres completamente diferentes,
sin olvidar sus raíces y mucho menos la familia.
El padre de Luís
regresa solamente a encontrarse con su destino. Llega como todo emigrante que
ha sido absorbido por otra cultura y trata de demostrar su capacidad de
adaptación y dominio. Pronto la desesperanza se apodera de la propia familia al
ser asesinado el padre, quien tenía el propósito de llevar a la familia a
compartir el Sueño Americano,
convirtiendo éste, en una pesadilla
mexicana.
Lo que parecía un
principio y un final feliz, se convirtió en el inicio de un drama de miseria y
degradación humana, con la pronta muerte del personaje central que al final, sólo
era un recuerdo triste de lo que pudo ser.
A partir de ese momento
los personajes se suceden mágicamente en cada escena narrada, pero como reflejo
del padre, cuya ausencia marcó para siempre, a los demás protagonistas.
El principio de la
anécdota es confuso, el autor narra el encuentro de los abuelos y en lugar de
hablar de los personajes con nombre y apellido los recuerda como abuelos y
abuelas y tías que pudieron ser abuelas.
La invención de
apellidos deformados a partir del original nos presenta un remedo de recreación
que confunde al lector. Esto nos recuerda nuestro origen como mexicanos y nos
muestra nuestra esencia como latinoamericanos: ora indígenas, ora españoles,
mestizos, mulatos, criollos, etc.
Pronto nos damos cuenta
de la existencia de una mujer dominante y malvada que es capaz de dañar a sus
propios consanguíneos, como renegando de su condición mestiza. Personaje
necesario en todo drama para lograr el justo equilibrio entre el bien y el mal.
La abuela malvada
cumple muy bien su función como lo hace Judas, la reina Victoria, Lucrecia
Borgia, la abuela de Eréndira o cualesquiera
ascendientes, que se precie de pertenecer a una elite distinta a su
descendencia, los cuales no tienen el derecho ni siquiera de nacer.
El abuelo en cambio es
un dechado de bondad o parece serlo, ante los embates de la abuela cruel.
“Dejar hacer, dejar pasar”, no es necesariamente un acto de bondad que se
recuerde como tal, sino como un acto de irresponsabilidad que daña a todos por
igual y cuya pasividad, posteriormente es reprochada por las víctimas de la
historia.
Según nos narra el
autor en el primer capítulo, el abuelo y muchos otros vinieron desde España a
México, para apoyar La Guerra Cristera. Aunque la fecha aludida se refiere a
1936 cuando mataron a muchos rebeldes junto con el jefe, un tal Lauro, La
Guerra de los Cristeros, conocida como tal, sucedió entre 1926 y 1929, bajo los
gobiernos de Calles, Obregón (presidente
electo para un segundo período, quien fue asesinado antes de tomar el poder) y
Emilio Portes Gil (Pelele de Calles quien gobernaba tras bambalinas).
Esta etapa culminó con
un acuerdo entre el gobierno mexicano y el Vaticano, quien no apoyó
abiertamente el movimiento. (Roma nunca rompió el silencio, excepto para negar que
se hubiese dado la bendición a los combatientes. Más aún, el Papa había
disuelto el comité de obispos mexicanos en Roma, y declaró que tanto los
obispos como los sacerdotes se debían de abstener de darle asistencia moral o
material a los rebeldes. La actitud del Vaticano, de sólo esperar ante los
acontecimientos, pasó a ser oposición al levantamiento armado en el verano de
1926, porque entorpecía las negociaciones que se llevaban a cabo primero con
Obregón y después con Calles. El Nuncio Apostólico, Fumasoni Bondi, quería
incluso que los obispos condenasen a la Liga y a los cristeros públicamente.)
En realidad, La Guerra de los Cristeros continúo hasta 1938, con apoyo de la
Falange Española, organismo militar
franquista, que mandó un gran número de españoles a pelear por la causa
cristera, apoyada fuertemente por el Fascismo, el Nazismo y la Falange (José Antonio Primo
de Ribera, decía: "Tenemos la voluntad de un imperio y afirmamos que el
legado histórico de España es el imperio. . . En cuanto a los países
Latinoamericanos, nos proponemos estrechar los vínculos de la cultura, los
intereses económicos y del poder. España sostiene que es el árbol espiritual
del mundo español como reconocimiento de sus empresas universales. Nuestro Estado
será un instrumento totalitario al servicio del país. . . Nadie
participará a través de los partidos políticos. La línea del partido será
eliminada sin misericordia. Desde el punto de vista económico nos imaginamos a
España como un sindicato de productores gigantesco. Repudiamos el sistema
capitalista... . . También repudiamos el marxismo. . .
Nuestro movimiento encarna un sentido de vida católico —la tradición gloriosa y
predominante en España— y lo incorporaremos a la reconstrucción
nacional".).
Al término del conflicto armado, estos conformaron
un ala del Sinarquismo Religioso de Gómez Morín (Gómez Morín, el fundador del PAN, fue presidente del
Banco de México durante el Gobierno de Plutarco Elías Calles y, desde esa
posición, financió el movimiento que procuraba poner a Vasconcelos en la
Presidencia de México.), en oposición al Sinarquismo
Socialista de Vicente Lombardo Toledano (José Vasconcelos fungió como secretario de Educación
Pública de 1920 a 1924. Contra él y sus planes educativos fue que organizaron a
los cristeros, a favor de una educación "católica". Y, no obstante,
la revista Timón del
"liberal" Vasconcelos era financiada por la compañía alemana
Transozean GmbH, uno de cuyos directores era Hjalmar Schacht, el hombre de la
oligarquía financiera angloamericana en Alemania responsable de llevar a Adolfo
Hitler al poder) antiguos profesantes de un Sinarquismo
Común.
El tal jefe Lauro se
refiere a Lauro Rocha, quien fue aprehendido en 1936, aunque el movimiento
siguió una segunda insurrección de 1934 a 1938.
Los objetivos del brazo
armado de la Cristiada rindieron sus frutos siendo carne de cañón y mártires
para los verdaderos dirigentes católicos que luchaban por la eliminación de los
artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de La Constitución de 1917, que restringía la
actividad del Clero.
Cuando
este movimiento se redujo a lo político con la formación del Sinarquismo
Nacional Mexicano por el apologista de La Falange de Franco: Salvador Abascal C En cuanto a
Franco, dice Abascal: "siempre he considerado yo que la salvación de
México está en reafirmar su espíritu católico, su tradición católica, y como
ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España)
y la transformación en partido político por Gómez Morín, (El órgano oficial
de La Falange mexicana se llamaba Hispanidad.
Contaban con otras publicaciones, como el semanario El Sinarquista, publicado por el movimiento sinarquista operado
por La Falange; La Nación, un
semanario publicado por Gómez Morín y Alfonso Junco, el principal apóstol de la
Hispanidad en México.
El Partido Acción Nacional
(PAN),
formado poco después de que apareció La Falange en México, era el partido
fascista dirigido por Gómez Morín. Su programa llamaba por un Estado
corporativista y La Hispanidad
absoluta, estaba subsidiado por la Falange Española.) el
PAN.
Ahora, con sus mártires canonizados y los
descendientes sinarquistas gobernando el país, nos han demostrado al correr de
los años que el que persevera alcanza, Salvador Abascal, descendiente, está
dentro del gobierno de Vicente Fox y del Partido Acción Nacional.
Volviendo a la historia
de la novela, el abuelo pronto se estableció en las costas de Michoacán,
basando su fortuna en un tesoro de monedas de oro; su trabajo con las tierras
que adquirió en los tiempos de Lázaro Cárdenas y la creación de una gran hacienda
donde indígenas y amos españoles revivían los tiempos de prosperidad de La
Nueva España, contradictoriamente reivindicada tras la derrota cristera y finiquitada
por el Cardenismo.
Así transcurre la vida
pueblerina sin más acontecimientos que las disputas y diferencias acrecentadas
por las mujeres, quienes traían: “el
diablo entre las piernas”, por los conflictos mortales que sucedían al
tener relaciones extramaritales, con los varones de las familias enemigas que
dividía el río del pueblo. Pronto ese río fue el inicio de transformaciones y
representaciones del mal como dice el autor.
En el capítulo: Sin
mi padre, nos cuenta el martirio que sufre esta familia después de ser
asesinado el padre, en la fiesta donde se presentaba como cantante. Pronto la
viuda es despreciada por la propia familia, ante la carga que representaba
mantenerla. Abusos, violaciones y un embarazo ilegitimo la obligó a repartir
los hijos y abandonarlos a su suerte, bajo la promesa de que regresaría pronto.
En La búsqueda, la miseria
se acrecienta, así como el alejamiento total con los abuelos y parientes y la
tierra que los vio nacer, para encontrarse con su destino. ¿A qué se refiere la búsqueda? Esta idea
universal se repite en la literatura y corresponde a la búsqueda de El paraíso
Perdido; El Edén, La Tierra Prometida o
uno mismo.
Ésta búsqueda no se ve lograda la mayoría de
las veces, hasta el regreso del personaje. Vemos el tema repetido como la
historia de Ulises, o la de Pedro Páramo, pero al revés, ya que en éste último
la búsqueda se da a través del hijo; también en la leyenda de El Judío Errante.
Todos ellos no son otra
cosa, en las diversas culturas, más que un proceso, donde el nomadismo se
transforma en sedentarismo; en migración permanente que culmina en la
desaparición de civilizaciones, para emerger otras, en una búsqueda permanente
de la identidad del ser humano.
Desde luego, a nuestros
personajes de la novela, no les va nada bien, mas no es necesario. El tema de
esta búsqueda estriba en la conformación de cada elemento humano, en su
transfiguración; en el recorrido sobre esa barca de Dante Alighieri a través
del infierno.
Este trashumar, lo representa el camino hacia
el pueblo; el encuentro con los hermanos bastardos; la prostitución de la madre
para sobrevivir; la disolución familiar de parte de la madre, para salvar su
relación marital y, el abandono de los hijos para que se encuentren con su
destino.
A partir de allí los
protagonistas se sumergen en su verdadero infierno: la propia vida, el
abandono, el abuso y la maldad profesada por un pueblo acostumbrado a la
miseria extrema, al radicalismo religioso, al fanatismo, la hipocresía, todos ellos antagonistas de la
historia que enriquece la lucha de contrarios entre el bien y el mal.
No faltan los elementos
demoníacos que dramatizan el calvario de los protagonistas: las bestias
paranormales, el ulular del viento, la
destrucción de la casa que los cobijaba; la expulsión de la misma, todos estos
representando al mal que los agobia.
En Maldición, llega el
clímax de la historia, donde el mal logra vencer la resistencia de los
protagonistas, particularmente al personaje principal, quien, de víctima, pasa
a ser el depredador más sobresaliente, victimizando por igual a bestias, aves,
personas y, transformando su mentalidad hacia la maldad como justificación
espiritual y material; es decir, para sobrevivir: había que luchar y vencer con
las mismas armas que lo habían ultrajado.
En Mensajes Inadvertidos,
parece empezar la conclusión del drama, cuando el personaje se encuentra ante
la naturaleza y parece reconocer, primero, la maldad de su vida; la respuesta a
todos los fenómenos paranormales relacionados con lo demoníaco y, el
razonamiento y la intromisión de la conciencia para diferenciar el bien y el
mal.
Esta actitud fue
preparada en el capítulo anterior, al encontrar la oportunidad de venganza
contra los pocos familiares que participaron en la muerte del padre. La lumbre que lo persigue en su camino
representa esa conciencia que empieza a interferir su pensamiento y lo motiva a
hacerlo discernir, esto le permite diferenciar su pasado y su presente, aún
dolorosos.
Los accidentes y
apariciones; la trasformación de la luz roja que brota de los ojos de un burro
se transforma en la luz que aclara su pensamiento; la aparición de vientos y
remolinos, trasformados en quieta calma; la inmovilidad que lo petrificaba y,
el vencimiento del dolor, al lograr mover sus articulaciones y escapar de la
huisachera; el reencuentro con los hermanos que termina en jolgorio y diversión
como cuando niños. Es decir: vuelta a la
inocencia.
En Milagro desde el Infierno nos encontramos con una historia muy extraña,
en donde el personaje es testigo de un robo, el encuentro con una niña
abandonada y la aparición del mal. Todos estos acontecimientos son
fundamentales para el desenlace de la trama.
Aunque ésta se refiere
a la aparición del demonio para llevarse a l infierno al ladrón y asesino, a
una niña inocente y tal vez, al protagonista, todos estos acontecimientos
convierten la atmósfera: densa y surrealista.
Una serie de psico
autoanálisis; de búsqueda de respuestas; de encuentros con la “bestia que parecía caballo”, en medio
de una calle desolada; otra vez, con ojos rojos revelados en ese párrafo, el cual
dice: Momentáneamente recordé todo lo que
había vivido hasta ese instante (Capítulo final:
Milagro desde el infierno. pp 143 del ejemplar de muestra.), no es
otra cosa que el encuentro consigo
mismo.
Por fin, se materializa
el mal ante el personaje, no sin antes aludir la existencia de una niña, por la
que disputa contra el mal y el rogar por su salvación, después de discusiones,
de interpretaciones teológicas con el demonio, logra la trasformación de éste
como un hijo más del creador, trata de reconciliarse con la Divinidad, al hacer un
acto de bondad hacia la niña, al verla tan pura e inocente: le movió el pelo de los ojos con mucho
cuidado y con su cuerpo le tapó la lluvia que le caía en la cara…
Lo que siguió después
fue el enfrentamiento consigo mismo. El encuentro con la inocencia perdida, el
despertar de la conciencia sobre el bien y el mal y, el despertar de la
pesadilla de esa noche.
Mas lo más importante, fue
haber despertado de la inconsciencia de su propia existencia, de su pesadilla
que había sido su infancia y su juventud,
con su poder de regeneración: En
ese instante sentí que un rayo de luz me quemaba la cara, dice. La
pesadilla que había sido su vida había concluido: el ruido del radio de los vecinos se escuchaba como siempre y poco a
poco fui reconociendo el lugar donde me encontraba (Este es el final
de la historia, agregar algo más sería intrascendente. El prologuista).
El verdadero milagro
desde el infierno había sido esa transformación y ese reconocimiento de lo
sublime, de la bondad y de las posibilidades de regeneración del ser humano.
30 de
noviembre de 2006
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