¿Cuáles son los
efectos que producen en los receptores las lecturas de cuentos y novelas?
Existen muchas
teorías respecto a este tema por lo que no es fácil generalizar. Ambos géneros tienen
elementos comunes, pero también otros particulares que los hace diferentes.
Cada lector es
distinto, depende de sus gustos, comprensión y capacidad de asombro para
percibir e imaginar ese goce lector; esa fascinación por el conocimiento, las
posibilidades del hombre, la transfiguración del lector en coautor.
En la lectura
de un cuento por su brevedad respecto a la novela se busca una lectura rápida, que sea concisa y nos expongan de manera
precisa el argumento, que esté bien estructurado y que podamos percibir el goce
estético que ofrece la historia. Deseamos un final, sorpresivo, y que el goce
conque continuamos leyendo llegue a su máxima expresión en nosotros mismos.
Muchas veces no
los entendemos a la primera lectura, con mayor razón los cuentos contemporáneos
que sin perder su propósito, cada vez son más atrevidos en sus formas, temas y
transposición de sus elementos.
De las novelas
esperamos el mismo goce, pero debemos estar preparados para lo extenso de su
contenido percibir la idea de cada apartado, sean estos los capítulos, tiempos,
espacios y personajes cuya descripción los separa en apartados distintos para el
desarrollo de cada uno.
Sin duda el
reto más grande es el poder receptivo de cada lector para memorizar de la mejor
manera posible esos apartados y nos permitan entender el final de la novela.
Sentimientos y
capacidad de comprensión; sentidos representados en cada pasaje; sentimientos
de odio, rencor, desprecio y amor, no nada más entre los personajes sino lo que
a los lectores nos afecta y nos permite aflorar mientras leemos. Capacidad de
comprensión para analizarlos, meternos en los personajes y desde nuestra
perspectiva, educación, sentido común, idiosincrasia valorar desde ese conjunto
de ideas el mensaje, la trama, la verosimilitud, la posibilidad de ser real o
no.
El estímulo que
percibimos a través de los sentidos: el olfato de esas llanuras rebosantes de
vida o en declinación otoñal; esos espacios llenos de personas o en la más
recóndita soledad y misterio; el olor de los humores, de los mares y ríos, del
aire fresco que parece llenar nuestros pulmones; o, en su defecto, los hedores
pútridos del bajo mundo, del subterráneo lleno de seres abandonados y
miserables; el olor a miedo o el olor a temor que transforma hasta nuestra
sudoración como si estuviésemos en el ambiente narrado. Olores que influyen en
nuestros sentimientos mientras leemos.
Imaginemos durante
el tiempo de lectura. Lo primero que surge son los estímulos, el tacto, el olor,
y lo visual. Nos transportamos a un plano diferente del que estamos, viajamos
con los personajes, con el narrador, nos trasformamos en lectores omniscientes
y tratamos de conjeturas finales. Avanza el tiempo de lectura y esos efectos se
acentúan, incluso te lleva a un estado mental de alucinaciones auditivas y
visuales; escuchamos como si fuésemos personajes indistintos, caminamos de la
mano de ellos.
Imaginemos cada
uno de nuestros sentidos además del mencionado, la vista y su capacidad de
percepción de los colores, de su significación subliminal, los sentimientos que
revive en cada uno de nosotros. Los sonidos de las aves o el ser más monstruoso,
tal como la música de fondo que percibimos en las películas, pero que para
nosotros, esa música nos es propia, de nuestra invención para entender lo
descrito en el cuento o novela.
¿Quién no ha
percibido esos caminos umbrosos del cuento Continuidad en los parques de
Julio Cortazar? El asombro de que finalmente el personaje seamos uno de
nosotros como lector. El miedo si no aterrado, si incomodado con El cuervo
de Allan Poe, escrito magistralmente en prosa poética. El gato negro que
nos obligan a buscar entre nuestras culpas y angustias. Y no nada más miedo,
terror o consideración por el personaje sino por el autor de quien conocida su
vida vemos en el personaje su Alter Ego o el nuestro.
Funes el
memorioso, maravilloso
cuento de Jorge Luis Borges a quien vamos develando poco a poco como el propio
personaje y su futura ceguera física, pero con una visión maravillosa y
comprensión de la literatura como lo demuestra en sus ensayos clásicos: El libro, leídos de
memoria en la Universidad de Belgrano por el mismo autor con una lectura mental
impecable.
La fascinación
por lo Real Maravilloso, en los textos de Alejo Carpentier; el Realismo Mágico
de Juan Rulfo y la brevedad de su novela tan enorme en su significado como
libros ecuménicos de gran valía y extensión.
La lectura
aterradora de Farabeuf de Salvador Elizondo, lo que sientes mientras lo
lees; goce, asombro, terror ante las costumbres chinas de desollar a una
persona de tal manera que ya casi en los huesos, no muere, solamente sufre y
nosotros con él; ese sadomasoquismo a que nos lleva la historia de la cual se
escapan los sentimientos de impiedad, se adueña de nuestra sensibilidad y nos
hace temblar el corazón.
Para un lector
consumado esas alucinaciones nos transportan a otra dimensión, nos
entusiasmamos, nos desorientan al vernos físicamente mientras que mentalmente nos
trasladamos a otros planos. Imaginen la actividad neuronal, podemos llorar,
reír y caer en la adición de la lectura, nos sentimos en un círculo virtuoso.
¿Qué nos regala
la lectura de ese cuento, de esa novela?: aprendizaje, conocimiento y
curiosidad intelectual.
Yo me pregunto:
¿Qué me regaló a mí la primera lectura? María de Jorge Isaac mientras escuchaba
1812 de Chaikovski, a los 19 años con la mínima educación: Mi amor por la
música, por nuestra América y mi afán de estudiar, lograr una maestría y más.
Gracias.
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