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domingo, 23 de agosto de 2020

El goce de la lectura

 

¿Cuáles son los efectos que producen en los receptores las lecturas de cuentos y novelas?

Existen muchas teorías respecto a este tema por lo que no es fácil generalizar. Ambos géneros tienen elementos comunes, pero también otros particulares que los hace diferentes.

Cada lector es distinto, depende de sus gustos, comprensión y capacidad de asombro para percibir e imaginar ese goce lector; esa fascinación por el conocimiento, las posibilidades del hombre, la transfiguración del lector en coautor.

En la lectura de un cuento por su brevedad respecto a la novela se busca una lectura rápida,  que sea concisa y nos expongan de manera precisa el argumento, que esté bien estructurado y que podamos percibir el goce estético que ofrece la historia. Deseamos un final, sorpresivo, y que el goce conque continuamos leyendo llegue a su máxima expresión en nosotros mismos.

Muchas veces no los entendemos a la primera lectura, con mayor razón los cuentos contemporáneos que sin perder su propósito, cada vez son más atrevidos en sus formas, temas y transposición de sus elementos.

De las novelas esperamos el mismo goce, pero debemos estar preparados para lo extenso de su contenido percibir la idea de cada apartado, sean estos los capítulos, tiempos, espacios y personajes cuya descripción los separa en apartados distintos para el desarrollo de cada uno.

Sin duda el reto más grande es el poder receptivo de cada lector para memorizar de la mejor manera posible esos apartados y nos permitan entender el final de la novela.

Sentimientos y capacidad de comprensión; sentidos representados en cada pasaje; sentimientos de odio, rencor, desprecio y amor, no nada más entre los personajes sino lo que a los lectores nos afecta y nos permite aflorar mientras leemos. Capacidad de comprensión para analizarlos, meternos en los personajes y desde nuestra perspectiva, educación, sentido común, idiosincrasia valorar desde ese conjunto de ideas el mensaje, la trama, la verosimilitud, la posibilidad de ser real o no.

El estímulo que percibimos a través de los sentidos: el olfato de esas llanuras rebosantes de vida o en declinación otoñal; esos espacios llenos de personas o en la más recóndita soledad y misterio; el olor de los humores, de los mares y ríos, del aire fresco que parece llenar nuestros pulmones; o, en su defecto, los hedores pútridos del bajo mundo, del subterráneo lleno de seres abandonados y miserables; el olor a miedo o el olor a temor que transforma hasta nuestra sudoración como si estuviésemos en el ambiente narrado. Olores que influyen en nuestros sentimientos mientras leemos.

Imaginemos durante el tiempo de lectura. Lo primero que surge son los estímulos, el tacto, el olor, y lo visual. Nos transportamos a un plano diferente del que estamos, viajamos con los personajes, con el narrador, nos trasformamos en lectores omniscientes y tratamos de conjeturas finales. Avanza el tiempo de lectura y esos efectos se acentúan, incluso te lleva a un estado mental de alucinaciones auditivas y visuales; escuchamos como si fuésemos personajes indistintos, caminamos de la mano de ellos.

Imaginemos cada uno de nuestros sentidos además del mencionado, la vista y su capacidad de percepción de los colores, de su significación subliminal, los sentimientos que revive en cada uno de nosotros. Los sonidos de las aves o el ser más monstruoso, tal como la música de fondo que percibimos en las películas, pero que para nosotros, esa música nos es propia, de nuestra invención para entender lo descrito en el cuento o novela.

¿Quién no ha percibido esos caminos umbrosos del cuento Continuidad en los parques de Julio Cortazar? El asombro de que finalmente el personaje seamos uno de nosotros como lector. El miedo si no aterrado, si incomodado con El cuervo de Allan Poe, escrito magistralmente en prosa poética. El gato negro que nos obligan a buscar entre nuestras culpas y angustias. Y no nada más miedo, terror o consideración por el personaje sino por el autor de quien conocida su vida vemos en el personaje su Alter Ego o el nuestro.

Funes el memorioso, maravilloso cuento de Jorge Luis Borges a quien vamos develando poco a poco como el propio personaje y su futura ceguera física, pero con una visión maravillosa y comprensión de la literatura como lo demuestra en sus   ensayos clásicos: El libro, leídos de memoria en la Universidad de Belgrano por el mismo autor con una lectura mental impecable.

La fascinación por lo Real Maravilloso, en los textos de Alejo Carpentier; el Realismo Mágico de Juan Rulfo y la brevedad de su novela tan enorme en su significado como libros ecuménicos de gran valía y extensión.

La lectura aterradora de Farabeuf de Salvador Elizondo, lo que sientes mientras lo lees; goce, asombro, terror ante las costumbres chinas de desollar a una persona de tal manera que ya casi en los huesos, no muere, solamente sufre y nosotros con él; ese sadomasoquismo a que nos lleva la historia de la cual se escapan los sentimientos de impiedad, se adueña de nuestra sensibilidad y nos hace temblar el corazón.

Para un lector consumado esas alucinaciones nos transportan a otra dimensión, nos entusiasmamos, nos desorientan al vernos físicamente mientras que mentalmente nos trasladamos a otros planos. Imaginen la actividad neuronal, podemos llorar, reír y caer en la adición de la lectura, nos sentimos en un círculo virtuoso.

¿Qué nos regala la lectura de ese cuento, de esa novela?: aprendizaje, conocimiento y curiosidad intelectual.

Yo me pregunto: ¿Qué me regaló a mí la primera lectura? María de Jorge Isaac mientras escuchaba 1812 de Chaikovski, a los 19 años con la mínima educación: Mi amor por la música, por nuestra América y mi afán de estudiar, lograr una maestría y más.

Gracias.

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