Instrucciones:
Crear un relato cuyo tiempo suceda en un minuto.'
Usar el tiempo del relato, el tiempo de lectura, el tiempo psicológico, el tiempo en diversos planos: Pasado, presente progresivo, presente objetivo, expectativas sobre un suceso futuro, el tiempo perdido.
Tomado de: "Ciudad Desolada" (DR) en construcción.
El último minuto
Por
alguna razón extraña el tren se detuvo. Aun así, seguí analizando el último
minuto del viaje. Tal vez desesperado por llegar y saber si efectivamente me
habían concedido el indulto.
Trabajadores
de las vías cubrían con grandes palas llenas de cascajo lo que parecían restos
sanguinolentos o quizás, diseccionados, no de una manera correcta, pues eso no
podrían hacerlo las ruedas de acero del trolebús que recorría, del sur de la
frontera hasta la vecina ciudad de Tisandie.
(“”La tarde oscurecida por el manto de la lluvia, el frío y el
desencanto. Las ventanas empañadas… En la distancia una figura de paja,
pantalón antiguo y de sombrero… pasó lentamente sin moverse, era el tren que
poco a poco se acercaba a la siguiente estación.
El paisaje desierto, a pesar de las casas
igualitarias de teja de linóleo, madera, emplaste de estuco y arenisca; de
colores tristes, grisáceos, de esos que desencantan al pintor y no le motivan a
expresar la alegría de la vida y sí a la muerte. Calles limpias, sin mascotas ni
personas, solamente autos, postes, árboles limpios y pasto a la orilla de las
aceras.
El espanta cuervos, el esperpento aquel,
se trasladó a mi memoria, con la misma ropa y sombrero. El mismo andrajoso
poeta que deambula por los lugares aledaños al borde de la línea. A destiempo y
lugares distantes. Era de nuevo el sujeto de
inspiración ubérrima, el
Sr. Trudó.
[“—Empezaría
por describir al tal Trudó. Un hombre indescriptible, partiendo de la idea que
tal vez nació de la imaginación. Pero no, ese tal vez no es posible cuando uno
despierta con la agradable sensación y cosquilleo en los dedos por oprimir a
gran velocidad cada letra y signo del teclado de la computadora…”].
Una lluvia
pertinaz y el viento figuraban garabatos en los ventanales del tren, entre las
personas que bajaban y corrían en la estación confundiendo los pasos perdidos,
vacilantes, escuetos, lejanos del esperpento que había cobrado vida en mi imaginación;
entonces, me llegó como un chispazo, la idea loca de que algún día pudiese
escribir una historia larga, larga, como una oda, una fábula, un gran poema que
trascendiera mis palabras, que llenara el espacio de un par de hojas y sólo
entonces, empezaría por describir al tal Trudó”.
Bajaron
y subieron tantas personas y aun así sentía que ambos espacios y tiempos, y el
paisaje, eran ficticios y se esfumaban en mi mente””.
Un jalón me sacudió el pensamiento y se fueron desvaneciendo ambas figuras: el tiempo de este reciente recorrido y ese hombre que insistente deambulaba en mi mente para que lo trajese a la imaginación del relato.
—¿Sabe usted qué pasó, amigo? He perdido un minuto precioso para saber
de mi indulto.
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