Buscar este blog

martes, 19 de enero de 2021

El Sr. Trudó

 A mi querido maestro de Teatro Edú Calleros.

El Sr. Trudó.

Guillermo Beltrán Villanueva

Empezaría por describir al tal Trudó. Un hombre indescriptible partiendo de la idea que tal vez nació de la imaginación. Pero no, ese tal vez no es posible cuando uno despierta con la agradable sensación y cosquilleo en los dedos por oprimir a gran velocidad cada letra y signo del teclado de la computadora. No es fácil, suponiendo sin conceder, que me gana el entusiasmo y me obnubila la razón mis largos dedos trabados y acostumbrados a perseguir en cada extremo de las líneas de las teclas de doble signo; los acentos y grafías olvidadas programadas como atajos si fuera necesario, con tan sólo tres de ellos en cada mano, sin técnica definida, nada más con las ganas de escribir, pensar, crear y perseguir cada idea y el reto de no olvidar cada frase, oración e ideas desgarbadas sin ton ni son.

Debería decir, acaso, que ese tal Trudó, enigmático, taciturno, fantasmal, de quien tan sólo observo su sombrero desde mi ventana del segundo piso; a quién detecto a través de sus pasos en la acera, su traspiés cada quinto paso, como si le fuera la vida en cada trecho y, luchara y se esforzara por salir del letargo de su andar, cansado y taciturno; como si en los hombros llevara a cuestas cada verso y prosodia del poema desgastado de su vida. O quizás nada más sea el esfuerzo consuetudinario de encontrarse para dejar de emular cuanta corriente, grupo, influencia, istmo o, el cadáver del poeta fronterizo, nororiental o citadino que todos imitamos; vanagloriarse y esclavizarse con su supuesto estilo; accidentado, mullido, desencantado y no logrado, pero que las masas, huérfanas de héroes fallidos lo han ubicado como escritor de una erudición insultante.

El gran Trudó, como yo lo imagino, pues el punto de vista me confunde al grado de que su gran sombrero esconde su cuerpo, cuello y testa y apenas logro ver sus zapatos desgastados y sucios; inclinados hacia los lados, como si pisara espinas y para evitar lastimarse los arcos interiores… No, creo que alucino. Qué tal si es un caballero de a caballo y la curvatura de sus piernas son resultado del lomo del corcel, del trote diluido por el viento, la mirada penetrante hacia el ocaso; el deseo insatisfecho de la amada o la imagen desbordante de la metáfora que se escabulle en sus ideas.

No puedo olvidar aquella tarde de lluvia y frío, cuando escuché el ya conocido caminar del Sr. Trudó, pegado a la pared de mi casa, maldiciendo las goteras y las primeras lluvias de un techo deslavado de mierdas felinas y de palomas; me sentí culpable. Busqué las canaletas que nunca puse, los tubos de bajada que harían más noble el excremento diluido por la acera, recorriendo sus suelas perforadas; impregnando sus destrozados calcetines con miasma líquido y el olor a café difuminado por la brisa.

No he dejado de pensar en el Sr. Trudó y la fortuna que tuve de sospecharlo desde la primera vez que me llamaron la atención sus pasos vacilantes, su tac-tac discordante y su poemario cerebral que dibujaba su mirada, la de sus ojos que no puedo ver por el ala del sombrero, pero que intuyo, por lo erguido de su rostro, su andar parsimonioso y la cadencia de sus versos, átonos, libres, espontáneos y magníficos.

El Sr. Trudó, espera la tarde, bueno, casi la noche. Ese momento álgido que los románticos adoran para que el rojo de la tarde se pierda poco a poco entre las nubes o ante un Orto maravilloso que nos engaña por la curvatura de la Tierra, para obsequiarnos un poquito más del paisaje vespertino; del tal vez o quizás cuando oscurezca y se encuentre a sí mismo, como la metáfora alada que se escabulle entre sus letras, en las páginas de sus textos, los imposibles, los difamados y no aburridos por ser tan infieles a la hora de caminar.

Una lluvia pertinaz y el viento confundieron los pasos perdidos, vacilantes, escuetos, lejanos; entonces, me llegó como un chispazo, la idea loca de que algún día pudiese escribir una historia larga, larga, como una oda, una fábula, un gran poema que trascendiera mis palabras, que llenara el espacio de un par de hojas y sólo entonces, empezaría por describir al tal Trudó.

 

 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Arte, Folclore, Cultura y Patrimonio

  Arte, Folclore, Cultura y Patrimonio Introducción. El arte es una característica claramente humana pues somos nosotros quienes le dam...